En la danza eterna del destino incierto,
la muerte llega como un silente concierto.
Susurra al alma un adiós sin retorno,
un viaje sin rumbo, un destino nocturno.
Bajo el manto de la oscura penumbra,
cuerpos yacen en la última cumbre.
El tiempo abraza con gélido aliento,
¡y el fin es un eterno movimiento!
En el silencio la noche sin estrellas,
la muerte, ¡danza entre sombras tan bellas!
Despoja al ser de su efímera piel,
un suspiro final... un último laurel.
En el rincón donde la luz se desvanece,
la muerte es un suspiro que en el aire nace.
Pero en su abrazo, un misterio se revela,
una transición, una puerta que destella.
En el poema de la vida y su despedida,
la muerte es el verso que al final nos guía.
Un eco etéreo en la vastedad del tiempo,
un susurro inmortal... un enigma supremo.