𝟬𝟬𝟰.

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Emma pensó en el señor Mosses durante toda la noche, sin poder dormir. Era atractivo pero a veces podía ser un idiota, pero eso no le quitaba lo atractivo. Concurrió su día con normalidad hasta las 10:00pm en el trabajo, donde recibió una llamada de uno de los residentes, del piso tres, habitación dos.

— Buenas noches señor Mosses, ¿en qué puedo ayudarle?

— Linda, eres mi salvación.

— ¿Qué sucede?

— Me siento un poco mal, no he podido ni levantarme de la cama en todo el día, ¿podrías ayudarme?

— Claro, ¿en qué puedo ayudarle?

— Ven a mi apartamento, por favor.

Mosses colgó, ¿a su apartamento? Puede ser peligroso, que tal si está más loco de lo que Emma creía. Quiero ayudarlo, pero no creo que sea la manera. Emma opto por dejar un papel con un escrito en su oficina.

"Apoyare al señor Mosses en su enfermedad, estaré en su apartamento"

De igual manera, no parece que alguien intente salir o entrar. Emma camino con cierta incertidumbre, no parecía correcto estar en el apartamento de un hombre mayor a ella y mucho menos si el tenia pareja, ¿la tenía? Pobre de la persona que este con el señor Mosses, es coqueto y estúpido, pero atractivo...

Al estar frente a la puerta número dos del piso tres, Emma sintió un pequeño escalofrió recorrer su cuerpo, saco su teléfono y le mando un mensaje a Dylan. Toco la puerta sutilmente y del otro lado se escuchó un "Pasa".

Al entrar se dio cuenta que era un apartamento muy pequeño, estaba impecable, había un cocina diminuta, apenas podía estar ahí una persona, un comedor con dos sillas y una silla de bebe, ¿tenía hijos? Un sillón y una televisión.

— Emma — La chica brinco del susto y se dio la vuelta, Mosses estaba recargado en el marco la puerta que daba a su habitación, parecía exhausto, su semblante trasmitía dolor, las ojeras más pronunciadas, tenía la piel roja y con ronchas.

— Oh por Dios, ¿está bien, señor Mosses?

— Yo... linda, me siento como me veo. Por favor, ayúdame. No he podido levantarme de esa cama, y no he tenido oportunidad de cocinar.

— ¿No ha comido en todo el dia, señor Mosses?

— No... yo...

— Pudo habérmelo dicho antes y venia corriendo, déjeme ver que puedo prepararle. Vayamos a la cama.

— Me gusta esa invitación — Mosses sonrió con picardía.

— Idiota — Emma llevo al señor Mosses a la cama y regreso a la cocina, había pocos ingredientes en el refrigerador pero podía hacer un pobre caldo de verduras.

Al cabo de unos treinta minutos, Emma había preparado un caldo, que para ser una de sus pocas veces cocinando, no había quedado nada mal, y un jugo de naranja. Tomo una mesa plegable y camino hacia la habitación.

— Me has salvado, preciosa. — Dijo Mosses cuando la vio entrar, Emma coloco la mesa en él. Mosses se quedó inmóvil. — Quiero avioncito.

— ¿Qué? — Mosses la miro con ojos suplicantes — No puede ser — Emma rio con burla — Ni mi hermano de cinco años me lo pide.

— Vamos, linda, no te morderé... si no quieres.

— Solo, no hables más, por favor — Emma tomo la cuchara y la sumergió en el plato, soplo un poco y la llevo a la boca de Mosses.

— Esta delicioso, no sabía que mi futura esposa cocinara tan bien.

— Quisieras — Llevo otra cucharada a la boca de Mosses — ¿Quieres jugo?

— De boca a boca, si — Emma rodo los ojos y acerco el popote a Mosses.

No tardó mucho en comer, pero ya era tarde, eran las 12:08 de la noche, habían dejado de pasar los autobuses y un taxi le cobraría veinte dólares que Emma no tenía. Emma estaba por mandarle mensaje a su madre si tenía algo de dinero para regresar a casa.

— Puedes quedarte, es mi culpa que no puedas regresar a casa. Sabes que no puedo morderte, porque si pudiera ya lo hubiera hecho. — Emma rodo los ojos.

— No lo sé... no quiero molestar.

— No molestas, cariño. Me hiciste un favor y me siento agradecido, quédate sin problema, yo puedo dormir en el sofá.

— No... es muy pequeño, debe descansar.

— Entonces... duerme conmigo.

Emma estaba pensándolo, espera, ¿qué? Pensando en dormir con un perfecto extraño. Le estaba fallando el cerebro, confirmado. Pero no es mala idea, incluso es mejor ya que solo deberá tomar un bus a la universidad y otro de regreso, solo que tendría que repetir y dormir con la misma ropa.

— Puedo prestarte algo de ropa — Hablo Mosses como si le hubiera leído la mente. Sí. La convenció.

— Está bien, me quedare. Cuidado con tocarme o amanecerás sin manos.

— Que aburrida.

𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐈𝐋𝐊𝐌𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora