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Emma quedó confundida ante la actitud de Francis, pero era algo que ya había sucedido, sus repentinos cambios de personalidad. Un día parecía no conocerla de nada y al otro día parecían una pareja de casados, esto estaba cansando a Emma, estaba decidida a hablar con él y aclarar las cosas de una vez por todas.

Eran aún las once y media, a las doce iría donde Francis para hablar con él.

A las once y cincuenta y siete, Francis apareció.

— Hola linda — hablo a travez del cristal.

— Hola — Emma respondió seca, salió de la recepción y se colocó frente a Francis, este estaba a punto de darle un beso en la mejilla pero Emma retrocedió.

— ¿Que sucede? — preguntó con confusión.

— Todavía tienes el descaro de preguntarlo — Dijo indignada.

— ¿De que hablas? — preguntó confundido.

— Un día eres muy lindo y al otro día es como si no me conocieras — le dijo molesta — hace unas horas me hablaste como si lo de ayer no hubiera pasado.

Parecía que a Francis le había caído un cubetazo de agua helada, se tensó y estaba pálido.

— ¿Estas bien? — hablo Emma.

— Si, si — dijo rápidamente — Ahora regreso y lo hablamos.

Francos subió las escaleras con mucha prisa, dejando a Emma más confundida. Regreso a la recepción, tomó asiento durante unos minutos, se recostó en el escritorio esperando a Francis, hasta que escucho que la puerta de la recepción se abría de un portazo, era Francis, cubierto de... ¿sangre?

— ¿Q-Que pasó? — Preguntó Emma nerviosa, Francis cerró la puerta con llave y se recargó en ella.

— Hay otro como yo, hay otro Francis.

𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐈𝐋𝐊𝐌𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora