Capitulo 5

48 8 1
                                    


(Narración de Mariam):

Nos pusimos a hablar de la vida porque no sabíamos qué hacer. Pusimos música, y cuando empezó a sonar "Como Es" de Morad, corrí a subir el volumen. De repente, nuestra sala parecía una fiesta. Justo cuando la canción estaba por acabar, tocaron la puerta. Soukaina y yo fuimos a abrir, y nos encontramos con un hombre mayor, como de unos 60 años.

—Hola, señor, ¿en qué le podemos ayudar? —dijo Soukaina.

—¡Vamos a ver, coño, ¿no sabéis qué hora es? ¡Hay gente que quiere dormir! —respondió el hombre, gritándonos.

—Eh, te hemos hablado con respeto, así que cuidao, ¿qué quieres ahora? —le respondí.

Ese señor era mi vecino, y siempre me ha caído mal, al igual que mi familia. No sé por qué, pero se la pasa insultándome cuando salgo a la calle. Ya estaba más que harta de él y de que viniera a faltarnos el respeto. Si quiere que bajemos la música, que lo pida con respeto. Entiendo que sea una molestia, pero RESPETO, POR FAVOR.

—¿Cómo te atreves a levantarle la voz a un señor mayor que tú? —dijo su hija, una mujer de unos 39 años que salió detrás de él.

—Ah, mira quién vino, la hija mayor que aún no se ha casado por desgracia —dijo Soukaina, mirándola con desprecio.

Soukaina y la mujer se conocían porque de pequeñas, la señora se metía con nosotras y hasta nos quitaba los juguetes. Una vez incluso nos tiró piedras; casi nos dio, pero logramos entrar a casa a tiempo.

—Pues no ves cómo le ha hablado a mi mejor amiga antes. Nosotras respetamos a quien nos respeta, así que buenas noches —le dije a la mujer mientras cerraba la puerta.

—¡Que bajéis la puta música, coño! —gritó el viejo.

—Anda, viejo, vete a dormir, que hace cuatro años engañaste a tu pobre mujer con una joven, ¡y ni decimos nada! La pobre no sé cómo murió, pero mejor muerta que viva contigo —le dije, mirándole con una expresión sincera.

En realidad, me lo estaba inventando todo porque ya estaba harta de ese sujeto.

—¡Cómo te atreves a hablarle así a mi padre! —me gritó la señora.

—Ay, sí, pero la joven eras tú, ¿no? Qué vergüenza de ti, dormir con tu papi, de verdad. Por eso no te casaste —añadió Soukaina, lanzando otra pulla.

—Mira, señora, con todo mi respeto, te voy a decir cuatro palabras... —le dije, tomando aire.

—¿Cuatro palabras? —me interrumpió la señora.

—¡Sí, cuatro palabras! ¿Quieres cuatro tortas o qué? Así que atenta y cállese, señora —le dijo Soukaina, poniéndole la mano en la cara.

—Las cuatro palabras son: VETE A LA MIERDA —dije, cerrando la puerta con fuerza. Seguro que hasta los de Australia escucharon el portazo.

Vi esa frase en la tele y me hizo mucha gracia, así que aproveché para imitar a la señora igual. Soukaina se echó a reír mientras yo, enfadada, me aseguraba de que la puerta quedara bien cerrada.

(Narración de Soukaina):

Esta señora y su viejo padre... no sé cómo siguen vivos con los años que tienen. Nadie los soporta. El viejo este, sea lo que sea, pues mira, tuvo cinco hijos con su hija. ¡Vaya vecinos tenemos! La señora obviamente quería saber esas cuatro palabras, pero también se merecía las cuatro tortas. En verdad, no le daría tortas, sino más bien la dejaría sin vida si pudiera. Con todo el lío, se nos olvidaron los espaguetis en la cocina, que estaban llenos de sal y con eso bien podría matar a los vecinos si se los diéramos.

Mariam y yo subimos a la habitación y nos pusimos a planear qué hacer mañana con esas niñas. No sabíamos si Daniela estaba muerta o viva, y menos qué iba a pasar con el pobre Víctor. ¡Ay, el pobre Víctor! Siempre anda detrás de mí, llorando por Valeria. Pero bueno, ya veremos cómo se dan las cosas.

Centradas en el DeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora