Capitulo 11

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(Narra Mariam)

Empezamos a charlar de la vida mientras caminábamos por el parque. El sol comenzaba a declinar y la tarde se volvía más fresca. Nos sentamos en un banco, observando a unos niños pequeños jugar al fútbol. De repente, vimos a Ayoub con una niña pequeña, que debía tener unos 4 años. La estaba levantando en el aire y jugando con ella, mostrándole ternura y dedicación. No pude evitar fijarme en cómo interactuaba con la niña, y me sentí incómoda cuando noté que él también me había visto. Mi rostro se puso rojo y me sentí nerviosa. Soukaina, notando mi reacción, me dio un pellizco juguetón en el brazo.

—¡Ouch! —exclamé, tratando de disimular mi incomodidad—. ¿Qué fue eso?

—Solo quería que te dieras cuenta de que te estás poniendo roja —dijo Soukaina, riendo—. Vamos, salgamos de aquí antes de que venga a hablarnos.

Así que decidimos irnos del parque. Ya era casi las 18:00, así que le sugerí a Soukaina que fuéramos al restaurante. El camino al restaurante era largo, y yo no paraba de quejarme, como es mi costumbre. Soukaina, viendo mi desesperación, terminó llamando a su hermano para que nos llevara en coche.

Nos sentamos en un banco mientras esperábamos. Poco después, el hermano de Soukaina llegó, y nos subimos al coche.

—Asalamu alaykom —saludé mientras me acomodaba en el asiento trasero.

—Salam —respondió el hermano de Soukaina, Hamza, con una mueca—. ¿Dónde vamos?

—Al restaurante, por favor —dije.

—Joder, tío, yo iba a estar con mis amigos —se quejó Hamza, poniendo los ojos en blanco.

—Pues te jodes —respondió Soukaina, cerrando la puerta con firmeza.

Hamza nos miró con una expresión de resignación mientras arrancaba el coche. La distancia al restaurante parecía eterna, y mis quejas no ayudaban. Finalmente, llegamos al restaurante italiano. Entramos y el camarero nos condujo a una mesa para dos. Nos dio los menús, pero ya habíamos decidido lo que queríamos pedir.

—Yo quiero esto —dije, señalando los tallarines—. Ta-g-lia-telle —dije deltreando como si estuviera dando una clase de pronunciación.

Soukaina empezó a reír a carcajadas, hasta que le salieron lágrimas de la risa. Me hizo sentir un poco tonta, pero no pude evitar reírme también.

—¿Y usted, señorita? —preguntó el camarero, dirigiéndose a Soukaina.

—Yo quiero los raviolis —dijo Soukaina, con una sonrisa satisfecha.

—Enseguida se los traemos —dijo el camarero, sonriendo cálidamente antes de retirarse.

Mientras esperábamos la comida, Soukaina y yo seguimos conversando sobre nuestra tarde, la clase en la mezquita y nuestros planes futuros. El ambiente relajado del restaurante y la deliciosa comida hicieron que la tarde fuera aún más agradable.

Toda esa tranquilidad se desvaneció al ver cómo Ayoub y Hassan entraban al restaurante con un grupo de amigos, aproximadamente cinco personas en total. ¿Acaso nos estaban siguiendo? Le hice una señal a Soukaina con los ojos para que se girara discretamente y ella, captando la indirecta, se dio la vuelta. Me miró con los ojos más abiertos que unos platos, reflejando la misma sorpresa que yo sentía. Decidimos hacer como si no los hubiéramos visto. No íbamos a permitir que unos simples chicos nos arruinaran la noche.

El camarero trajo nuestros platos y empezamos a comer.

—¡Está buenísimo, tía! —dije, disfrutando cada bocado.

—Mariam, cierra la boca, estamos en un sitio elegante, compórtate —me reprendió Soukaina, fingiendo ser una dama de alta sociedad que nunca tocó el agua fría.

Nos pusimos a reír y seguimos comiendo nuestros platos. La comida estaba deliciosa, y por un momento logramos olvidar que teníamos a Ayoub y Hassan cerca. Sin embargo, esa breve paz se interrumpió cuando un camarero se acercó a nuestra mesa.

—Disculpen, señoritas —dijo con una sonrisa profesional—, hay unos chicos en el otro lado del restaurante que me pidieron que les preguntara si pueden ir a hablar con ellos.

Menuda falta de respeto, pensé. ¿Cómo se atrevían a enviar a un camarero de mensajero? Soukaina, sin pensarlo dos veces, respondió rápidamente.

—Oh, lo siento, justo ahora nos íbamos a ir —dijo Soukaina, levantándose y mirándome con complicidad.

—No pasa nada —respondió el camarero, encogiéndose de hombros—. Hasta otra.

—Adiós —dije, levantándome también y tomando mi bolso.

Nos fuimos rápidamente del restaurante, tratando de mantener la compostura. Sin embargo, justo cuando estábamos a punto de salir, escuchamos una voz masculina que no reconocimos de inmediato, pero definitivamente no era ni de Hassan ni de Ayoub. Ignoramos el llamado y continuamos nuestro camino, dejando atrás a los chicos y a su grupo.

Ya afuera, nos detuvimos un momento para tomar aire y asegurarnos de que no nos estaban siguiendo.

—¿Te das cuenta de lo raro que ha sido esto? —dijo Soukaina, mirando a su alrededor para asegurarse de que estábamos solas.

—Sí, ha sido raro, pero bueno, no vamos a dejar que nos arruinen la noche —respondí, intentando restarle importancia—. Vamos a buscar otro lugar para seguir disfrutando.

Continuamos caminando, alejándonos lo más posible del restaurante y de la situación incómoda. Queríamos disfrutar de nuestra salida, sin dramas ni interrupciones. Al final del día, solo queríamos pasar un buen rato entre amigas y no dejar que nadie lo estropeara.

Perdonad por el atraso , no se que le paso a mi cuenta ya que no me dejaba inciar sesiion espero que os guste  ✨🤗

Centradas en el DeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora