Capitulo 15

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Nos persiguieron los chicos y nos pidieron perdón varias veces, pero los ignoramos, algo que debíamos haber hecho hace mucho tiempo. Empezamos a caminar; el camino era bastante largo, pero esta vez no tomamos ningún atajo, no queríamos correr riesgos innecesarios. Así que elegimos ir por la carretera principal, aunque nos llevara más tiempo.

(Narra Soukaina)

Estábamos caminando por la carretera cuando de repente escuché unos pasos detrás de mí. Me giré, pero no había nadie. Seguí caminando unos minutos más y volví a escuchar los mismos pasos. Esta vez, sentí un escalofrío que me recorrió la espalda y empecé a asustarme de verdad.

—¿Escuchaste eso? —dijo Mariam, su voz temblando ligeramente.

—Sí... vámonos más rápido —respondí, acelerando el paso mientras el miedo se apoderaba de mí.

De repente, vi a alguien que le puso un papel en la boca a Mariam, y ella comenzó a desvanecerse. El pánico me invadió y, sin pensarlo, golpeé al sujeto con todas mis fuerzas, pero otro me hizo lo mismo y también me desmayé.

Cuando desperté, me encontré en una especie de garaje. Estábamos atadas con cuerdas en los brazos y las piernas, sentadas en un rincón oscuro y frío del lugar.

—¿Estás despierta? —preguntó Mariam con voz baja.

—Sí... ¿qué pasó? —dije, intentando soltarme, pero no pude; las cuerdas estaban demasiado apretadas.

—Ya me desaté. Gírate disimuladamente sin que se den cuenta de que estamos libres —me susurró mientras sacaba un cúter que aún tenía desde la mañana.

—¿Quiénes son? —pregunté, tratando de mantener la calma.

—Son los mismos del otro día, los del atajo —respondió Mariam mientras me desataba las manos—. Listo, ya está.

—Gracias —le dije, escondiendo mis manos detrás de la espalda para disimular que estaba desatada—. ¿Qué vamos a hacer?

—Tenemos dos opciones —dijo Mariam mirándome con seriedad—: plantarles cara y pelear con ellos para que esto acabe, o intentar escaparnos sigilosamente. Definitivamente, la segunda opción.

Nos levantamos con cuidado, pero de repente escuchamos una voz muy familiar. Eran los del restaurante. Miré a Mariam, y en sus ojos se notaba el miedo; me dolía verla así.

"Mierda, mierda, mierda", pensé. Definitivamente, no podíamos con estos.

—A ver, listillo, las torturamos un poco a nuestra manera y luego nos deshacemos de ellas —dijo uno de los chicos, riéndose con malicia.

No lo pensé ni dos veces. Le hice una señal a Mariam para que saliéramos de allí. Nos acercamos sigilosamente a la puerta, pero al intentar abrirla, estaba cerrada.

—Mierda —dije, intentando abrirla en silencio—. Está cerrada.

—¿Qué hacemos entonces? —preguntó Mariam, su voz reflejando desesperación.

—Ábrela tú —le dije, apartándome de la puerta—. Tienes fuerza en las piernas, puedes romperla con una patada.

Mariam tomó carrera y le dio una patada a la puerta, que se abrió de golpe, haciendo un ruido que resonó por todo el garaje. Los chicos se dieron cuenta de nuestra fuga y empezaron a perseguirnos de inmediato.

Empezamos a correr, Mariam y yo, sin tener ni idea de dónde estábamos. Estábamos en medio de la nada. Bueno, en un bosque... o algo así, no lo sé. Los chicos corrían detrás de nosotras, sus pasos resonaban como una amenaza que nos pisaba los talones.

—¡Venid aquí o os mataremos! —gritó uno de ellos, su voz sonaba fría y despiadada.

—¡Corre, Soukaina, corre! —me urgió Mariam, con el pánico reflejado en sus ojos.

Corrimos más rápido, sintiendo cómo nuestras piernas temblaban del miedo. Las ramas nos golpeaban en la cara, arañando nuestra piel como si el bosque mismo quisiera detenernos. De repente, Mariam se detuvo en seco, y mi corazón se paralizó.

—¿¡Qué haces parada!? ¡Vamos! —le grité, la adrenalina llenando mi voz de desesperación.

—Espera... Si estos son amigos de Ziyed y los otros... —dijo Mariam, rascándose la cabeza con confusión. —Entonces, ¿por qué nos secuestran?

—¡Deja de pensar y corre! —le grité, tirando de su brazo con fuerza. —Amigos o enemigos, olvida a Ziyed y a los otros, ¡corre por tu vida!

Seguimos corriendo hasta ver una calle que nos llevaba directamente a mi casa. No dudamos ni un segundo y nos lanzamos hacia esa dirección. Los chicos seguían persiguiéndonos, pero aún teníamos unos metros de ventaja. Mi mente estaba en caos; no quería ir a mi casa porque podrían entrar allí en cualquier momento, tal vez incluso esa misma noche.

—¡Sígueme! —dije, girando bruscamente hacia un edificio que, obviamente, no era mi casa.

Mariam no dudó ni un segundo en seguirme. Corrimos con todo lo que nos quedaba de fuerza. Las calles estaban vacías, lo cual era muy raro, siempre había gente por ahí. Seguimos corriendo durante unos minutos, hasta que de repente una mano salió de la nada y me agarró del brazo, arrastrándome hacia un callejón pequeño y oscuro que no reconocía.

—¡AAAAHH! —grité aterrada, el pánico se apoderó de mi voz.

Mariam se asustó también, pero luego se asomó por el pequeño callejón y se metió ella también, con los ojos abiertos como platos.

—¡Shh! No grites. —dijo una voz muy familiar.

Me giré rápidamente, mi corazón se aceleró aún más y mis ojos se abrieron como platos. Era Moha. Mi respiración se hizo más pesada al reconocerlo; si estaba aquí, entonces definitivamente nos estaban persiguiendo.

—¡No me toques! —le dije, apartando su mano de mi brazo con un movimiento brusco, la rabia y el miedo mezclándose en mi interior.

—Y encima que os salvo... —dijo él, con una mezcla de reproche y frustración.

—No hace falta que nos salves —dijo Mariam, con los ojos llenos de desconfianza y la voz temblorosa por la rabia contenida—. ¡Nos estáis persiguiendo a propósito!

—¡Eso! Seguro lo hacéis para que nos sintamos culpables por lo que pasó antes en el restaurante —dije, furiosa, sintiendo cómo la ira me quemaba por dentro. La humillación de aquel momento volvía a golpearme con fuerza.

Moha nos miró con una mezcla de incredulidad y diversión, como si no pudiera creer lo que estábamos diciendo.

—Si pensáis que es así, estáis muy equivocados —replicó Mariam, cruzando los brazos con determinación, su expresión endurecida como una armadura.

Moha se echó a reír, una risa seca y sarcástica que resonó en el estrecho callejón como un eco burlón. Esa risa me caló hasta los huesos, haciéndome hervir aún más.

—¡Qué sinvergüenza, y encima se ríe! —dije, mis palabras salieron en un grito ahogado de frustración, mientras lo miraba con desprecio. Cada carcajada suya era como una bofetada que me recordaba lo impotente que me sentía en ese momento.


Assalamu alaikommm , espero que os este gustando el libro , esperoo que si inshallah 💕

Que pasara con los chicos?

Que es lo que quieres de Soukaina y de Mariam?

Lograran salir de esta pesadilla?


Un besoo 💋

Centradas en el DeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora