Capitulo 16

35 4 4
                                    


(Narra Mariam)

— Vámonos, Soukaina. —dije, agarrándola del brazo—. Nos vamos.

— Pero... los chavales... —dijo Soukaina.

— Da igual, ya nos las arreglaremos nosotras solitas. —respondí.

Salimos del callejón y miré hacia ambos lados para ver si estaban los chavales. Esta vez sí iba a ir a denunciarlos. Nos fuimos a ese sitio especial de las motos y los coches; deberíamos ponerle algún nombre, pero ahora no es el momento. Allí encontramos a Hassan y Ayoub jugando con los coches y dando vueltas. Cuando nos vieron, caminaron hacia nosotras.

— ¡Hola! —dijo Ayoub saludando con la mano desde lejos.

Le devolví el saludo con una sonrisa.

— Hola, chicas. ¿Qué hacéis por aquí? —preguntó Hassan.

— Necesitamos una moto para hacer unos recados. —dije con cara de no haber roto un plato en la vida.

— ¿Para qué? —dijo Hassan, bromeando.

— No hay tiempo para bromas, necesitamos la moto. —dijo Soukaina.

— Vale, vale, ahora mismo voy. —respondió Hassan mientras buscaba una moto.

— ¡Gracias! —dijo Soukaina, aliviada.

— Pero, ¿para qué la queréis? —preguntó Ayoub, levantando una ceja con curiosidad.

Me acerqué a él y le susurré al oído, mirando a nuestro alrededor con cautela:

— Hay unos chavales que no paran de seguirnos. Queremos llevarlos a un sitio para despistarlos y que nos dejen en paz de una vez.

Ayoub nos observó por un momento, como si estuviera evaluando la situación. Luego, frunció el ceño y le hizo una señal a Hassan para que se alejara con la moto.

— Si es para eso, no os la pienso dar. —dijo con firmeza.

— ¿¡Pero por qué!? —protestó Soukaina, su voz quebrándose por la frustración.

Ayoub cruzó los brazos y nos miró con seriedad.

— No puedo permitir que la hermana de Hamza esté en peligro. —dijo, su tono dejando claro que no cambiaría de opinión—. Además, dime quiénes son esos chavales y nosotros nos encargamos.

Soukaina y yo nos miramos, sintiendo una mezcla de enojo y desesperación. Todo lo que queríamos era que nos dejaran tranquilas, pero ahora parecía que estábamos más atrapadas que antes.

De repente aparecieron Moha y Ziyed, y todo se quedó en silencio. Aún estábamos molestas por lo que había pasado antes.

— ¿Qué hacéis aún aquí? ¿No deberíais ir a casa ya? —dijo Ziyed, con tono preocupado.

— Nosotras nos vamos cuando nos dé la santa puta gana. —respondió Soukaina con rabia.

— Eh, eh, tranquila. No hace falta insultar, solo se ha preocupado y ya. —dijo Moha, intentando calmarla.

— Pues que no se preocupe, porque cuando os vi, ya quería irme. —Soukaina le lanzó una mirada desafiante.

Hassan, que estaba sentado en la moto, miró la escena con confusión y preguntó:

— ¿Pero qué está pasando aquí?

Aproveché el momento para soltar todo lo que tenía guardado:

— Mira, tus amiguitos del restaurante, el chaval que me rodeó el brazo por los hombros, son los que nos secuestraron. —Mi voz temblaba de rabia mientras continuaba—. Además, querían "torturarnos a su manera" y luego deshacerse de nosotras.

El impacto de mis palabras dejó a todos con la boca abierta. Hassan, sin pensarlo dos veces, arrancó la moto y gritó:

— ¡Ya sé quiénes son! ¡Ahora vamos a deshacernos nosotros de ellos!

A mí no me sorprendió su reacción, porque, claro, no creo que a nadie le guste que secuestren a la hermana de su amigo y, encima, intenten "torturarla" y deshacerse de ella. Como que no, ¿verdad?

Llegamos a casa de Soukaina y por fin nos relajamos un poco. Sus padres no estaban, así que la casa estaba vacía y tranquila. Nos dejamos caer en el sofá, intentando procesar todo lo que había pasado. Pero esa calma no duró mucho. De repente, escuchamos el sonido de unas llaves en la puerta y nos levantamos  de un salto, con el corazón en la garganta. Era el hermano de Soukaina, Hamza.

—¿Qué hacéis aquí? ¿Por qué tan nerviosas? —preguntó Hamza, notando nuestras caras pálidas.

Soukaina y yo nos miramos, dudando. No queríamos preocuparlo, pero tampoco podíamos ocultar lo que había pasado. Soukaina fue la primera en hablar.

—Hamza, hay unos chavales que nos han estado siguiendo... —empezó Soukaina, con la voz entrecortada—. Nos secuestraron y... tenían malas intenciones.

Hamza frunció el ceño, claramente molesto.

—¿Quiénes son esos chavales? —preguntó con seriedad, su tono reflejando la gravedad de la situación.

Antes de que pudiera decir más, Ziyed apareció en el umbral de la puerta. No sabía que estaba con Hamza, y su presencia me puso nerviosa, aunque me esforcé por no demostrarlo.

—¿Otra vez esos tíos? —dijo Ziyed, caminando hacia nosotras con un aire de superioridad que siempre me irritaba—. Esos idiotas no aprenden.

—Y tú, ¿qué haces aquí? —pregunté, cruzándome de brazos, intentando sonar desinteresada aunque sabía que mi tono sonaba un poco más ácido de lo que pretendía.

—Lo mismo que tú, ¿no? Intentando solucionar esto. —replicó Ziyed, mirándome con una expresión que no lograba descifrar—. No me gusta veros así.

Rodé los ojos, tratando de ignorar cómo esas palabras resonaron más de lo que deberían. Hamza intervino antes de que pudiera decir algo más.

—Esto no se queda así. —dijo Hamza, sacando su teléfono y llamando a Hassan—. Hassan, necesito que me digas dónde están esos tíos ahora mismo.

Mientras Hamza hablaba por teléfono, Ziyed se acercó un poco más. No quería que se notara, pero cada vez que estaba cerca, mi corazón latía más rápido, y no precisamente por gusto.

—No deberías haberte metido en esto. —le dije, mirándolo a los ojos con desafío—. Nosotros podemos manejarnos solas.

—¿En serio? —Ziyed me miró, arqueando una ceja, con una sonrisa irónica—. Porque desde donde yo lo veo, necesitáis ayuda.

Me mordí la lengua para no contestar, pero mi mirada lo decía todo. Él soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.

—Mira, no tienes que demostrarme nada. —dijo en un tono más suave, casi como si estuviera hablando con alguien cercano—. Estoy aquí para ayudar, te guste o no.

Antes de que pudiera responder, Hamza colgó el teléfono y se dirigió a nosotros.

—Hassan y Moha ya están de camino a por esos chavales. La policía también está avisada. —informó Hamza—. Van a pagar por lo que han hecho.

Poco después, Ziyed, Hamza, Hassan , Moha y Ayoub se coordinaron. Gracias a la información de Hassan y Moha, supieron dónde estaban los chavales. La policía llegó a tiempo y los detuvo, esposándolos y llevándolos a la comisaría. Desde la distancia, los vimos siendo escoltados hacia los coches patrulla, con caras de asombro y miedo. Era surrealista verlos así después de todo lo que nos habían hecho pasar.

Centradas en el DeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora