Capitulo 13

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(Narra Soukaina)

Llegamos a casa suspirando aliviadas, aún con la adrenalina corriendo por nuestras venas. No podía creer que habíamos logrado salir de esa situación tan peligrosa y todavía estábamos de una pieza. Mientras Mariam abría la puerta, yo estaba soltando una carcajada nerviosa, como si por fin entendiera lo surrealista que había sido todo.

—¡Tía, estamos vivas! —dije, riendo mientras me dejaba caer en el sofá.

—¡Ni me lo digas! —respondió Mariam, también riendo. Ambas necesitábamos ese momento para soltar la tensión acumulada. Justo cuando pensábamos que podríamos relajarnos, alguien llamó a la puerta.

Abrimos y allí estaban los chicos, los mismos que nos habían salvado hace un rato. Se veían preocupados y nos preguntaron por enésima vez si estábamos bien. Les dijimos que sí, que todo estaba bien, aunque en realidad aún no podíamos creer que nos hubieran rescatado de esa manera tan espectacular.

—Una cosa que no sabíamos es que ustedes son motoristas, ¿eh? —dijo Mariam, todavía sorprendida.

Los chicos rieron, como si fuera algo obvio, y nos invitaron a acompañarlos a un sitio donde había coches y motos. No sabía exactamente a dónde nos estaban llevando, pero tenía el presentimiento de que sería divertido. Yo, que siempre he sido más de coches, estaba un poco indecisa, pero a Mariam le flipaban las motos y ya estaba más que emocionada.

Al llegar al sitio, vimos un montón de motos alineadas y coches deportivos brillando bajo la luz de las farolas. El lugar estaba lleno de gente y el rugido de los motores era música para los oídos de Mariam. Ella se fue directa hacia una moto con una sonrisa de oreja a oreja.

Una chica que estaba allí se me acercó y, como si supiera que yo era más de coches, me ofreció enseñarme a conducir uno. No lo dudé ni un segundo. Mientras tanto, Mariam ya estaba subida en una moto, y uno de los chicos le enseñaba a hacer caballitos. La veía reír y gritar emocionada, mientras yo me concentraba en la lección de conducción que me estaban dando.

—¡Tía, esto es lo mejor! —gritó Mariam desde su moto, haciendo un caballito que casi me da un infarto.

—¡Ten cuidado, loca! —le respondí desde el coche, riendo pero también nerviosa por su entusiasmo desenfrenado.

Eran apenas las 20:15, pero nos sentíamos como si estuviéramos viviendo un sueño. Mariam seguía intentando dominar el caballito y yo daba vueltas en el coche, disfrutando de la velocidad y la libertad que sentíamos en ese momento. Los chicos nos miraban divertidos, probablemente pensando que estábamos un poco locas, pero nosotras solo queríamos disfrutar al máximo.

A medida que pasaban los minutos, nos fuimos soltando más. Yo pisé el acelerador con más fuerza, y Mariam seguía perfeccionando su técnica con la moto. Estábamos en nuestro elemento, y por un rato, olvidamos el caos de antes. Esta noche, no éramos las chicas que huyeron por un bosque ni las que casi se metieron en un lío, éramos solo Mariam y Soukaina, disfrutando del momento y de la emoción de una aventura inesperada.

Después de una semana de todo el drama con la moto, nuestras vidas parecían haber vuelto a la normalidad, o al menos lo intentábamos. Caminábamos hacia el instituto como de costumbre, cuando de repente apareció Valeria con su grupito, como siempre buscando problemas. No paraban de molestarnos con sus comentarios y risitas, hasta que uno de ellos decidió tirar agua a Mariam.

—¡Ya estoy harta! —grité, y sin pensarlo dos veces, me lancé hacia Valeria.

Nos enganchamos en una pelea de esas que parecen sacadas de una película. Nos empujábamos, tirábamos del pelo, y yo no iba a dejar que esta vez me ganaran. Se armó un alboroto enorme, con gritos por todos lados y gente tratando de separarnos. Sentí cómo mi pulso se aceleraba mientras nos peleábamos; ya no aguantaba más sus tonterías.

De repente, aparecieron Moha y Ziyed, los chicos que nos habían ayudado con la moto hace una semana. ¡Justo a tiempo! Moha se interpuso entre Valeria y yo, mientras que Ziyed agarró a Mariam antes de que pudiera lanzarse contra otra de las chicas del grupo.

—¡Tranquilas, ya está, ya basta! —dijo Moha, intentando mantener la paz.

Nos separaron y lograron calmar un poco la situación. Aún estaba furiosa, pero sabía que pelear no iba a resolver nada, aunque por un momento, la sensación de soltar toda mi rabia fue casi satisfactoria.

—Gracias por intervenir... otra vez. —dije, aún respirando fuerte.

—De nada, parece que siempre llegamos en el mejor momento —dijo Ziyed riendo—. Por cierto, creo que no nos presentamos la última vez. Soy Ziyed, y él es Moha.

—Yo soy Soukaina, y ella es Mariam. —respondí.

—Ya lo sabíamos, Ayoub y Hassan nos hablaron de ustedes —dijo Moha con una sonrisa—. Parece que siempre tienen algo interesante pasando.

Nos reímos un poco, aliviadas de que no hubieran pasado cosas peores. Entramos al instituto y nos dirigimos a la clase de biología. Mientras entrábamos, uno de los compañeros de clase, que siempre se creía gracioso, soltó:

—Seguro que no hicieron nada, ¡siempre están en líos!

Lo ignoramos y nos concentramos en nuestra presentación de biología, que habíamos preparado el otro día. Lo hicimos tan bien que terminamos sacando un diez, y eso solo hizo que nuestra victoria fuera aún más dulce.

Al final de la clase, nuestro tutor nos llamó a su despacho. Mariam y yo nos miramos con curiosidad, preguntándonos qué quería.

—Chicas, tengo que decirles que sus notas están muy bien, mucho mejor que antes. Se nota el esfuerzo —nos dijo, sonriendo.

Salimos del despacho con una sensación de orgullo. A pesar de todos los problemas, estábamos logrando mantenernos enfocadas en lo que importaba. Y como de costumbre, esa noche, fuimos a dar vueltas con las motos y los coches. ¡Nada como sentir el viento en la cara después de un día tan intenso!

Esa noche, mientras charlábamos con Moha y Ziyed, descubrimos más sobre su pasión por las motos. Nos llevaron a dar una vuelta por la ciudad, y aunque todavía éramos nuevas en esto de las motos y los coches, la adrenalina y la libertad eran algo que ya no queríamos soltar.



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