Capitulo 12

22 5 1
                                    


(Narra Mariam)

Después de salir del restaurante, seguimos caminando por la calle. Empezaba a sentirme cansada, y se lo dije a Soukaina.

—Tía, ya no puedo más, ¿cuánto falta? —le pregunté, arrastrando los pies.

—No seas exagerada —se rió Soukaina—. ¡Vamos a tomar un atajo por aquí!

Miré hacia el callejón oscuro que señalaba y dudé un momento. Recordaba haber escuchado rumores de que ese lugar era peligroso, pero en ese momento, el cansancio y las ganas de llegar rápido a casa fueron más fuertes.

—¿Estás segura? —le pregunté, aunque ya sabía que no iba a cambiar de idea.

—Sí, hombre, no va a pasar nada —respondió, tirando de mi brazo para entrar.

Seguimos caminando por el atajo, y todo parecía tranquilo. Hablábamos de cualquier cosa para distraernos hasta que, de repente, escuchamos unos pasos detrás de nosotras. Nos giramos y vimos a un grupo de chicos que se nos acercaban lentamente, sus caras no parecían amistosas. Mi corazón empezó a latir más rápido, y sentí un nudo en el estómago.

—Mariam... —susurró Soukaina, sus ojos reflejando la misma preocupación que sentía yo.

Sin decir más, nos dimos la vuelta y empezamos a correr. No teníamos ni idea de a dónde íbamos, solo queríamos alejarnos de ellos. Corrimos lo más rápido que pudimos, pero los chicos también comenzaron a correr detrás de nosotras. En mi apuro, tropecé con una piedra y caí al suelo.

—¡Mariam! —gritó Soukaina, volviendo atrás para ayudarme a levantarme.

Me dolía la rodilla, pero el miedo era mucho más fuerte que el dolor. Soukaina me levantó y seguimos corriendo hasta que llegamos a un bosque. El terreno era complicado, con ramas y hojas secas por todas partes, pero no teníamos otra opción. Seguimos corriendo, intentando despistar a los chicos, hasta que de repente escuchamos el rugido de una moto. Nos detuvimos en seco, y supe que estábamos en problemas.

—Oh no, esto no pinta nada bien... —dije, respirando con dificultad.

La moto apareció de la nada y nos rodearon. Eran cinco chicos, más o menos de unos 19 años, claramente mayores que nosotras. Sabíamos que no había salida fácil de esto, pero tampoco íbamos a quedarnos quietas. Soukaina y yo sabíamos pelear, y no íbamos a dejar que nos intimidaran.

—Vamos, que no somos unas cualquiera —dije, ajustando mi postura de pelea.

Empezamos a defendernos como pudimos. Yo me enfrenté a uno de los chicos, pero en un momento me tenía atrapada contra el suelo. Soukaina vino en mi ayuda, tirando de él y golpeándolo para liberarme. Nos cubríamos la una a la otra, intentando mantenernos de pie contra los chicos.

De repente, el que estaba en la moto se bajó y avanzó hacia nosotras con una sonrisa burlona. En un impulso, corrí hacia la moto, arranqué el motor y me subí.

—¡Soukaina, súbete! —le grité.

Ella dudó por un momento, mirando a los chicos que todavía estaban allí, pero luego corrió hacia mí y se subió detrás.

—¡Vamos, vamos! —le grité, y aceleré a fondo, dejando atrás a los chicos que no pudieron seguirnos.

Con el viento golpeando nuestras caras, finalmente sentimos un poco de alivio al alejarnos del peligro. Habíamos tenido suerte, y por un momento, solo pudimos reírnos nerviosas, sabiendo que habíamos salido de una situación muy peligrosa.

Mientras huíamos, la adrenalina nos hacía sentir como si estuviéramos en una película de acción. Los coches que nos perseguían no se daban por vencidos, y el tiempo se nos echaba encima. Decidí aprovechar mi experiencia manejando una moto, aunque Soukaina no dejaba de preguntar sobre mis habilidades.

—¡Soukaina, agárrate bien! —le grité mientras maniobraba con destreza.

—¡Mariam, ¿cómo sabes conducir tan bien?! —preguntó Soukaina, con una mezcla de admiración y pánico.

—Te lo contaré después, ¡concentra tu atención en no caernos! —respondí, mientras trataba de mantener el control.

Justo cuando pensé que las cosas no podían complicarse más, uno de los chicos sacó una pistola y nos apuntó. Soukaina, al ver el arma, reaccionó como si estuviera en medio de una película de acción. De repente, sacó la pistola que había encontrado en el compartimento de la moto.

—¡Mariam, hay una pistola aquí! —dijo Soukaina, con los ojos como platos.

—¡No la uses a menos que sea absolutamente necesario! —grité mientras me concentraba en la carretera.

Soukaina asintió con seriedad, aunque su rostro mostraba una mezcla de determinación y nerviosismo. Cuando uno de los coches se nos acercó demasiado, ella disparó a la rueda del vehículo. El coche perdió el control y se estrelló contra un árbol.

—¡Woow, Soukaina! ¡No sabía que tenías talento para esto! —dije, mientras trataba de mantenerme seria.

—¡Queee, yo soyyy expertaaaa! —exclamó Soukaina con una sonrisa triunfante—. ¡Que vi esto en las películas!

—¡No me lo puedo creer! ¡Eres una heroína de película! —dije, riendo mientras esquivaba un bache en la carretera.

Afortunadamente, dos motos deportivas aparecieron en la distancia. Parecían ser muy rápidas y competentes. No tardaron en llegar a nuestro lado y nos hicieron una señal para que siguiéramos. Soukaina y yo no dudamos en seguirlas, y la moto rugió mientras nos alejábamos de nuestros perseguidores.

—¿Cómo aprendiste a conducir así? —preguntó Soukaina, aún con la pistola en mano.

—¡Te lo contaré después! ¡Ahora enfócate en no dispararle a nadie más! —le respondí con una sonrisa, tratando de concentrarme en el camino.

—¡Oye, que yo vi esto en las películas! —repetía Soukaina, como si eso explicara todo.

Finalmente, los chicos en las motos nos llevaron a un lugar seguro. Mientras nos bajábamos de la moto, uno de ellos nos dijo:

—No está mal para un par de novatas. Solo eviten los atajos peligrosos la próxima vez.

—¡Gracias! —dije, aliviada—. ¿Y cómo supieron que necesitábamos ayuda?

—Nuestros amigos Ayoub y Hassan nos dijeron que estaban preocupados por ustedes —explicó uno de los chicos con una sonrisa—. Así que vinimos a ver qué pasaba.

Nos despedimos de nuestros salvadores y regresamos a casa. Aunque estábamos exhaustas, no podíamos dejar de reír sobre la noche que acabábamos de vivir.

—¿Te imaginas si hubiésemos terminado con una película de acción completa? —dije, mientras entrábamos en casa.

—¡Definitivamente no! —respondió Soukaina—. Pero, al menos, ahora sé que tengo una carrera prometedora como heroína de películas.

—¡Sí, y yo como la conductora de motos más veloz! —añadí, mientras nos echábamos a reír.

La noche había sido una locura, pero al final del día, habíamos aprendido una lección valiosa y, sobre todo, nos habíamos divertido a lo grande.

Centradas en el DeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora