Capítulo 1. Una noche sin esperanza
Ya han pasado más de dos mil años desde que Padre lo mando a hundir la tierra, todo para él había pasado tan rápido que casi se le habían olvidado las normas que le puso para poder convivir con los humanos sin ninguna restricción, haciendo lo que quiera y hundiendo este mundo más de lo que ya esta. Unas normas sencillas pero que para él, eran simples y absurdas. Los humanos no sacaban nada bueno en él y a él solo le importaba pasarlo bien. Como cualquier chico de veintiséis años que lleva toda la vida pasando de un puesto de poder a otro.
Ikal llevaba toda su vida pasándoselo en grande, hacia que la gente se peleara por cosas que para él no tenían sentido. Los humanos eran tan estupidos... O al menos es lo que él siempre había dicho pero, también sabía que alguno de ellos pensaba y además parecían tener un sexto sentido porque sabían cuando alejarse de él. Quizá era un sexto sentido, quizá simplemente existían humanos que no querían saber nada de sus sucios negocios.
Los hacía matarse por un poco de dinero, se destrozaban por algo llamado poder cuando realmente, nadie lo tenía y todos luchaban por algo que era imposible de conseguir. Su Padre siempre había dicho que los humanos se acabarían matando entre ellos, que se acabarían extinguiendo solo por esa sed de poder que jamás podrían tener. No sabían que todo podía acabar en cualquier momento.
Ikal estaba empezando a cansarse de la vida que llevaba, había tenido tantos nombres que ya casi no podía recordar quien fue una vez.Tantas atrocidades, tanto mal en la tierra solo existía porque se aburría. Hizo posible la primera guerra mundial, la segunda, peleo en las guerras púnicas e incluso gobernó Roma por un tiempo, pero todo le cansaba. Después de unos años viendo lo miserable que podía hacer a la gente y de lo que la gente se hacía a ellos mismos, decidió tomarse un respiro.
Los humanos ya son lo suficientemente tontos como para matarse entre ellos, no me necesitan.
Era un ser sin escrúpulos.
¿Era su cometido?
Quizá no, pero sí lo que él quería. Padre no dijo nada de cómo hacer que la tierra cayera, y después de todo aquel tiempo y todas las advertencias que había ignorado, ya casi se había dado por vencido. Los humanos no se merecían una salvación. A Ikal se le había olvidado por qué fue a la tierra pro primera vez, el amor que llegó a procesar por esa criaturas semejantes a ellos que tanto le fascinaban a su Padre. Quiso comprender la visión que tuvo e incumplió todas las normas que le habían puesto en su vida.
Ikal solo tenía una debilidad, las mujeres. Esos seres hermosos de facciones radiantes y cuerpos de escandalo.
En su vida había conocido a muchas personas, muchas mujeres. Mujeres que le querían cerca por su poder, por su dinero, que intentaron enamorarlo más de una vez y de todas ellas al final solo consiguieron la noche de placer sexual que quería él.Una mujer cada noche, era su lema. No más.
Solo había tres cosas que le importaban: Poder, Dinero y Sexo, mucho sexo.
¿Un castigo? Eso es lo que Padre le dijo, le había mandado de por vida a la tierra para que fuera un castigo y él, solo se reía de los planes que le habían encomendado por pena. ¿Como pensaba padre que alguna mujer podría enamorarlo? ¿Como pensó Padre que le castigaban con su paso por la tierra cuando el se lo pasaba en grande con los humanos?
A él, que era un ser angelical. Que era superior a todos esos estupidos humanos a los que atormentaba. No era un castigo para él y después de tantos años, ninguna mujer había conseguido nada parecido a que él sintiera amor.
Su padre no había sabido jugar sus cartas, solo le impuso una regla: no caer en las zarpas de una humana. Pero a Ikal no le interesaban las humanas más allá del sexo que le podían ofrecer. Las hembras eran hermosas, eso no lo podía negar. Pero jamás nadie le había interesado más allá. Corazon de acero, le llamaban sus amigos. Esos seres humanoides que había podido atraer desde lo más alto para llevar a cabo su cometido en la tierra.
Arcángeles.
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Polvo de ángel
Teen FictionSolo tiene una misión: corromper a la humanidad. Solo una condición: no enamorarse de una mujer Ikal lleva en la tierra más de dos mil años a salvo hasta la noche que conoce a Uxia. O al menos eso cree él. Uxia lleva seis meses en una espiral de do...