Capítulo 15. ¿Quien eres realmente?

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Ikal consiguió llegar al cuerpo de la chica cuando este se desvaneció y la cogió justo a tiempo antes de que impactara con el suelo de aquel cementerio.

Lo había visto. Había visto el destello rojo de su ojo izquierdo y el destello azul de su ojo derecho. Uxia. Ella tenía los ojos pardos, su color era el de un ámbar candente que hacía que la piel te hirviera y aquello solo podía significar una cosa.

Uxia tenía sangre de demonio y también sangre de ángel. Una mujer que tenía tres ADN's en su interior y que estaba empezando a mostrar aquellos poderes que habían hecho que Ikal y los ángeles no se pudieran acercar a ella cuando ella no quería, aquella fuente eléctrica que le daba esos calambres y esa obsesión que Azazel tenía en aquella chica. Pues el demonio no había dejado de mandarle mensajes a Ikal para saber todo sobre la chica.

¿Azazel podía saber lo que ella era o simplemente era otra de esas mujeres que le habían vuelto loco?

Ikal conocía a su hermano tan bien que sabía que había intentando atarla de aquella forma tan rastrera solo porque sabía que ella, podría destruirlo cuando se desataran sus poderes.

Aquella mujer era una especie con la cual el chico no se había encontrado jamás, sí que había visto a personas con sangre de demonio o sangre de ángel pero no que compartiera las dos.

¿Porque los demonios habían ido a por ella?

¿Como había conseguido defenderse sin tocar a aquellos hombres?

¿Era de verdad tan poderosa como para hacer desparecer a un demonio de un chasquido?

Si, lo era.

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Uxia lucía extremadamente tranquila mientras dormía en la cama de su habitación de hotel, con un inquieto Ikal sentado en el sillón admirando como la respiración pausada y tranquila de la chica también conseguía que sus latidos hubieran vuelto a la normalidad.

Ikal había visto como había hecho pedazos a aquel demonio sin tocarlo y sin pestañear. Aquella dulce y rota chica que él había conocido ahora se había convertido en un arma de destrucción. Justo lo que su padre había querido para él.

Aquella tortuosa vida que llevaba el ángel caído, aquella mujer de la cual se tenía que enamorar. Lo que el chico no sabía era aquella profecía que hablaba sobre la mujer que podría acabar con la existencia de ángeles y demonios en la tierra. Aquella mujer que podría por fin instaurar la paz y expulsar al resto de seres sobrehumanos de la faz de la tierra.

Llevaba dos horas dormida e Ikal se acercó a la cama y acarició aquel precioso rostro que abrió los ojos al instante haciendo que el cuerpo del chico saliera disparado hasta la pared.

— ¡Joder! Ya podrías tener cuidado... –Dijo el chico levantándose del suelo.

— Me has asustado. Y eres un ángel, dudo mucho que te haga daño. – Se encogió de hombros.

— Soy un ángel caído... que no es lo mismo. – Ella sonrió.

— ¿Y eso significa que no tienes poderes, verdad? –El chico negó con una sonrisa en los labios.

— No exactamente, si, puedo hacer algunas cosas pero no tanto como cuando vivía en el cielo... –Se encogió de hombros.

— Y yo... ¿qué soy? Porque está claro que lo que siento dentro no es de humanos Ikal...

Él chico se rio y se sentó en su cama y la miró a los ojos.

— Yo... diría que eres mitad ángel y... –La chica lo miró con los ojos bien abiertos. —. Y mitad demonio

Polvo de ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora