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El cambio

Sentía como si mi cuerpo estuviera siendo quemado desde adentro, cada movimiento era una tortura, pero a pesar del dolor, me obligué a levantarme. Al abrir los ojos, me encontré en un entorno desconocido y extraño.

Las paredes y el suelo eran de concreto, la falta de ventilación y luz creaba una atmósfera opresiva, mientras que el techo, una compuerta de metal, se dividía en dos partes. A pesar del dolor agudo en mis pies y extremidades, me aventuré a explorar más.

Mis pasos me llevaron hacia una pequeña silla, solitaria, junto a un espejo cubierto de polvo, ambos anclados en la pared de concreto. La acumulación de suciedad en ambos me indicaba que este lugar había sido abandonado por mucho tiempo, confirmándolo cuando cerca de la silla encontré un cráneo humano.

Cuando intenté limpiar el espejo con las manos, me di cuenta de que mi piel ahora estaba pálida, muy pálida. Pero eso no fue lo único; al pasar la mano por mi cabello, antes negro como la noche, descubrí que ahora era blanco. Al tocar mis mejillas y mi rostro, supe que algo más había cambiado y así fue, porque al mirarme en el espejo, me llevé la sorpresa de ver que mis ojos, que eran del mismo color de mi cabello, ahora eran del color de la sangre.

Retrocedí asustada por lo que acababa de presenciar. Observé mi reflejo una y otra vez, buscando algún indicio de error o ilusión, pero no lo encontré. La angustia creció dentro de mí, y golpeé el espejo con mis puños, sin pensar en las consecuencias. El vidrio se rompió, cortando mis nudillos y dejando pequeños trozos incrustados en ellos.

Esperé unos segundos, esperando a que la regrabación de mis heridas empezara, pero nada ocurrió, esperé unos segundos y minutos más, pero nunca ocurrió. Era evidente: el agente paralizante no solo había alterado mi apariencia física de manera drástica, sino que también había disminuido mis poderes a la mitad.

De repente, una voz resonó desde una esquina oscura del cuarto.

—Me alegro de que hayas despertado Número 19. Habrás notado tu nuevo cambio de look. Este es el castigo por tu grave falta, tus poderes ahora están en la mitad, ya no eres más la número uno. —exclamo la voz de la comandante. —Pero hay una forma de que devolvamos tus poderes, pero debes...

—Yo no pienso trabajar para ustedes y siempre seré la número uno. —exclame destruyendo el parlante de la esquina del cuarto con una esfera de energía oscura.

El silencio envolvió todo el lugar antes de que percibiera el movimiento en el techo. Las láminas metálicas se separaron, revelando un cielo azul y el sol brillante. Expectante de un helicóptero armado, me equivoqué; en su lugar, los rayos solares azotaron mi piel, provocándome un grito de dolor al sentirme quemada. Con horror, vi cómo mi piel se desprendía en grandes pedazos, mezclándose con sangre y fluidos corporales.

Desesperada, corrí hacia los rincones en busca de sombra, pero la apertura completa del techo me dejó sin refugio. Mis gritos y lágrimas se unieron al tormento de ver mi piel desvanecerse.

Fue entonces cuando descubrí que todo estaba siendo grabado por un dron. Los observadores disfrutaban de mi agonía, mientras yo luchaba en vano contra el dolor para destruir el maldito aparato. Adopté la posición fetal en un intento desesperado por cubrirme, pero fue en vano.

—Podemos acabar con esto...

—¡Desearán que esté muerta cuando vaya por ustedes! — grité creando un tentáculo de neblina que destruyo el dron.

Comencé a desarrollar más tentáculos para resguardarme del sol y así lograr una ligera recuperación. Las puertas se cerraron nuevamente, y de las paredes emergieron barras de metal que descargaron electricidad contra mi cuerpo.

LAILA - OSCURIDAD ETERNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora