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La elegida

Todos los destructores hicimos un círculo para protegernos. La tensión e ira se sentía en el ambiente, no entendíamos por qué Bedelía nos estaba traicionando, ella debía saber que esto no iba a terminar bien para ella y tampoco para nosotros.

¿Cómo podía estar en el bando de ellos?

De pronto las luces se apagaron y aprovechamos eso para empezar a asesinar a los solados que estaban con Bedelía. La destructora de aire reventó los cráneos de algunos soldados por la presión de aire que forzó en ellos. El destructor de metal provoco que las armas se derritan y adhieran a la piel de los soldados, quemándoles las manos por el metal fundido de sus propias armas, mientras que el destructor de rayo electrocuto a más soldados. Los soldados aterrados, pero cumpliendo su misión, empezaron a disparar contra nosotros, pero Número 32 creo una barrera de roca para ganar tiempo.

Mientras mis compañeros peleaban yo note que Bedelía y Número 73 junto a los Vorgraths no habían atacado aún.

—¡Número 19 detrás de ti! —grito desesperada la destructora de planta, quien recibió el ataque de Número 73.

El estruendo que me removió hasta los huesos, un sonido ensordecedor que resonó en cada rincón del pasillo. Mis ojos se abrieron de golpe, buscando la fuente del caos, y allí la vi, a Número 45, volando por los aires como un balón.

La destructora de planta se estrelló contra la pared con un crujido seco, dejando un cráter humeante a su paso. Su cuerpo inerte yacía en el suelo, rodeado de polvo y fragmentos de piedra. No pude reaccionar para intentar ayudarla porque lo volví a ver a él.

Número 73, se erguía en la penumbra, su rostro retorcido por una furia inhumana, sus ojos de un color entre morado y rojo, con venas doradas que se esparcían por su cuerpo, y su piel gris como si de un cadáver se tratase. De su mano extendida emanaba un haz de luz cegadora, tan potente que parecía capaz de perforar cualquier superficie o material.

Pero lo peor comenzaba. Gracias a la tenue luz que se filtraba por el cráter en la pared, pude ver a las criaturas demoníacas sobre nosotros. Sus ojos rojos brillantes iguales que los míos, su piel negra y llena de cicatrices de pelea, su pelaje negro que se mezclaba perfectamente con la noche misma y sus dientes iguales a dagas filosas esperando a desgarrar carne.

No eran bestias normales. Era seres vio modificados a nivel genético y tecnológico, eran híbridos capaces de hacer frente a cualquier clima, ambiente e incluso atmosfera que no sea la tierra. Esas cosas eran lo único que podía asesinar a un Destructor de manera definitiva.

—¡Cuida...!—grité intentando cambiar algo, siendo inútil, porque otra vez volví a fallarles a ellos.

Los destructores miraron al techo viendo las criaturas monstruosas. Los vorgraths no tardaron en escupir su saliva, un ácido tan corrosivo que quemo el rostro de algunos destructores, dejándolos caer por el dolor. Las bestias dejaron ver unos tentáculos que tenían escondidos en sus espaldas, los mismos que usaron para estrangular y desmembrar a mis compañeros.

Corrí para evitarlo, pero Bedelía me volvió a atacar por la espalda. Me perforo el pecho con sus garras y empezó a quemar mi cuerpo. Todo el dolor que estaba empezando me rompió, no solo porque me estaban quemando viva, mi verdadero dolor era ver que el equipo que confiaba en mí estaba siendo masacrado porque ya tenía el mismo poder de antes.

El destructor de metal, sin importar que ya no tenía un brazo, corrió hacia mí para ayudarme, pero tuve que ver cómo fue decapitado por uno de los tentáculos de un Vorgrath de ojos dorados.

La bestia era más grande que los otros y tenía manchas doradas. Rápidamente, lo identifiqué como el Alpha o el líder de las criaturas.

—Todos confiaban en ti y los llevaste a su propia muerte. —me susurro Bedelía mientras clavaba aún más fuerte sus garras y esparcía con más rapidez su veneno.

LAILA - OSCURIDAD ETERNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora