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Ramas y sombras, el presagio de su regreso. 

Dominic corría por el pasillo, con el corazón, martillándole el pecho y el aliento, escapándose en ráfagas cortas y agitadas. Su rostro, pálido como un papel, reflejaba una urgencia desesperada y un temor palpable. Había escapado presa del pánico tras el incidente, y su terror se exacerbó cuando el estruendo sordo de un cuerpo impactando contra el suelo perforó el aire.

Yo lo seguía de cerca, con el corazón tamborileando en mis oídos y las manos tan frías como el hielo. Millones de preguntas se arremolinaban en mi mente, pero ninguna encontraba respuesta. Me sentía incompleta, agitada, atormentada por la confusión. Mi mente no dejaba de recordar en lo que había visto y experimentado, indicándome que algo muy grande está por venir.

Finalmente, llegamos a la sala, y allí estaba ella, la madre de Dominic.

—¡Mamá! —gritó Dominic, cayendo de rodillas a su lado.

Me arrodillé junto a ellos, dejando que mis dedos se posaran con suavidad sobre su frente. Una ola de calor abrasador emanaba de su piel, ahora gris igual a la de un cadáver. Sus ojos, apenas entreabiertos, parecían perderse en la nada, mientras que sus labios adquirían una tonalidad negruzca, casi como si estuvieran sumidos en un morado oscuro y profundo. De su boca escapaban susurros ininteligibles, como si intentara comunicarse desde algún lugar más allá de nuestro alcance.

Un entramado de venas oscuras se extendía como ríos de tinta en su piel, serpenteando desde su cuello hasta sus brazos, cruzando su rostro y desvaneciéndose bajo las capas de ropa que lo cubrían. De repente, su cuerpo comenzó a convulsionar, sacudido por espasmos violentos que parecían desgarrar su ser desde adentro. Traté de sostenerla, pero la fuerza que ejercía en ese estado era descomunal, dejándome perpleja.

—¡¿Qué demonios le hiciste a mi madre?! ¡Maldita, fenómeno! —grito violentamente Dominic empujándome hacia atrás impendiendo que siga cerca de su madre. —¡Por tu culpa está pasando esto!

—Yo...

—¡Cállate! —grito por segunda vez el enclenque marcando las venas de su cuello y provocando que su rostro se tiña de un color rojo intenso producto de su ira.

—Yo no hice nada.

—¿No hiciste nada? ¡¿Qué no hiciste nada?! —exclamo indignado y perdiendo aún más la cordura. —Ambos vimos que esas ramas negras fueron creadas por ti, tú vomitaste ese líquido negro y todo esto empezó, todo porque eres... un engendro. — dijo la última palabra con una mueca de asco y desdén, como si la sola pronunciación de la palabra me convirtiera en algo menos que humano.

El peso de esa palabra me golpea como un puñetazo en el estómago. ¿Cómo puede una simple palabra tener tanto poder sobre mí? No lo entiendo. No puedo entenderlo. El dolor que me consume es real, pero mi mente se niega a aceptarlo.

Dominic seguía acusándome, culpándome de lo que ha sucedido con mi madre. Su impotencia se reflejaba en sus ojos, pero yo estoy atrapada en mi propia confusión. ¿Por qué me afecta tanto esa palabra? ¿Por qué no puedo sacudirme este sentimiento de vacío y desesperación?

Agache la mirada por algunos segundos y vuelvo a mirar a Dominic, con los ojos nublados nuevamente por esa cantidad de agua que se acumula en mis parpados sin razón aparente, las gotas con caer, pero no las deje, me las tragué con fuerza en mi interior. Ignore la presión, el pecho y temblor en las manos, me mostré como la guerrera fuerte que siempre había sido, fría, inhumana y cumpliendo sus objetivos cueste lo que cueste.

—Deja de buscar culpable y busca ayuda médica para ella. Usa el cerebro por una maldita vez. —le recriminé a Dominic mirándolo fijamente mientras caminaba para llegar a él, tomándolo del cuello y agregando: —Atrévete a decirme engendro u otro insulto y te mostraré mi verdadero lado monstruoso. Devorando aquí mismo a tu madre y dejando que mires para luego ser tú el siguiente. ¿Entendido ENCLENQUE?

LAILA - OSCURIDAD ETERNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora