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Un nuevo nombre

Las voces resonaban en mi mente como un eco espectral:

Pronto serás remida, renacerás y él te hará su mano derecha para gobernar.

Abrí los ojos con dificultad, luchando contra la bruma del sueño que aún me envolvía. Sentí un dolor punzante en las manos y en la espalda, y aún me sentía mareada, pero ya no contaba con esa sensación de hambre. Con gran esfuerzo, logré levantarme del suelo; cada hueso de mi cuerpo parecía gritar de dolor, y estaba cubierta de sangre, como si hubiera peleado ferozmente contra alguien.

Un sabor metálico en mi boca me confirmó la presencia de sangre, indicio de una pelea que nunca tuve.

De repente, escuché unos pasos acercándose hacia donde me encontraba. Por los pensamientos que percibía, supe que se trataba de la madre del individuo que se hacía llamar Dominic. La mujer llevaba en sus manos un objeto extraño lleno de prendas de colores. Parecía angustiada y estresada. No me molesté en hacerme invisible, ya que ella simplemente dejó el objeto lleno de ropa en el suelo y se fue. Decidí hacer lo mismo. No podía seguir encerrada aquí. Tenía que salvarlos a ellos, me necesitaban, y no podía permitir que su sacrificio fuera en vano, especialmente no por un enclenque que me tachaba como un demonio o un alienígena.

Subí las escaleras de concreto, encontrándome con una puerta de metal vieja y desgastada. La manija de metal también estaba dañada por el paso del tiempo, con marcas de óxido que la cubrían. Todo en este lugar parecía estar en mal estado y abandonado, como si vivir aquí fuera una tarea difícil o una inversión en mejoras que pocos podían permitirse.

—¿Dominic, ya tomaste el analgésico y cambiaste la venda? —escuché decir a su madre detrás de la puerta.

—Sí, mamá. Tranquila, aún no voy a morir.

—No digas tonterías. Llama a la oficina para que vengan a instalar las cámaras de seguridad. No quiero más robos.

¿Robos? ¿Por qué dijo que le robaron?

Los humanos son seres muy mentirosos.

<<Seres de carne egoístas, sádicos, mentirosos e hipócritas, iguales a su creador>>

Ignoré esa voz insistente en mi cabeza y me decidí a salir del cuarto oscuro. Al abrir la puerta, mis ojos se vieron afectados por el cambio brusco de un ambiente sombrío y sucio a uno lleno de luz y limpio. El dolor momentáneo en mis retinas fue superado rápidamente por la sorpresa de encontrarme de nuevo con aquel enclenque. Su rostro se tornó casi blanco al verme, como si mi sola presencia desencadenara un miedo profundo en él.

Recorrí con la mirada por algunos segundos el lugar, un pasillo amplio, bañado por la luz natural que se filtraba a través de grandes ventanas con cortinas blancas, ondeando suavemente con la brisa. El contraste con el cuarto oscuro era abrumador; el aire aquí era fresco y limpio, un marcado cambio del polvo y la humedad que había dejado atrás.

El enclenque retrocedió unos pasos, sus ojos agrandándose en una expresión de terror. Parecía que todo su ser temblaba, y me pregunté qué podía haber causado tal reacción. No pude evitar notar cada detalle de su apariencia: su cabello desordenado, su piel un poco más bronceada y su ropa un poco arrugada.

—¿Qué me miras? —le pregunté a Dominic.

—¿Todavía estás aquí? ¿Por qué no te has ido? —respondió, consternado, mientras retrocedía y agarraba un cojín del sillón cercano como si quisiera defenderse—. ¿Qué quieres y por qué no te largas?

Su cuerpo temblaba, comenzó a sudar y pude escuchar su corazón latiendo descontroladamente. La venda en su cabeza se tiñó de rojo, lo que hizo que mi hambre resurgiera.

LAILA - OSCURIDAD ETERNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora