Capítulo 2

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Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.

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INUYASHA

–Y este, ¿qué te parece? ¿Te gusta?

La pequeña niña frente a mí solo asintió con la cabeza. Solté un suspiro y miré a ambos lados antes de agacharme a su altura.

–Moroha, ¿qué ocurre? ¿Por qué no has dicho ni una sola palabra desde que llegamos?

La vi jugar con sus pequeños dedos antes de mirarme.

–Extraño a mi mami.

Nuevamente volví a soltar aire por la nariz.

–Lo sé –dije peinando su cabello–. Sé que la extrañas, y es por eso que necesito saber quién es para poder encontrarla.

–Señor...

Miré a la mujer que apareció de pronto.

–¿Ha encontrado algo que le guste?

–Sí –dije irguiéndome–, me llevo todo.

La mujer sonrió con gran asombro.

–¿Todo?

–Así es, y si no es mucha molestia, me gustaría vestirla con este conjunto antes de irnos.

–Sí, claro, déjame que yo me encargue –Asentí–. Ven, preciosa...

Moroha negó con la cabeza y se escondió tras de mí cuando la mujer le ofreció la mano. Tenía miedo, y era lógico, considerando que hace tan solo unas horas me porté muy mal con ella.

–Con todo respeto, señor, pero la niña ¿es su hija?

Me quedé con la palabra en la boca y dudando de mi respuesta, hasta que la sentí temblar sujetando mi pierna. Puse una mano en su cabeza y la acaricié con cariño.

–Emm... Sí. Sí, es mi hija.

–Perfecto, entonces no habrá problema en que usted la vista, acompáñeme por favor.

–Pero...

–Por aquí –sugirió con una sonrisa.

Tomé a Moroha en brazos y la seguí de cerca. Entramos a uno de los muchos probadores que había en la tienda y la senté sobre una mesa diseñada especialmente para niños.

–Aquí tiene el conjunto, si desea algo más, no dude en llamarme.

Asentí con la cabeza antes de que nos dejara solos. La vi jugar con sus pies suspendidos en el aire mientras miraba el conjunto que tenía en las manos.

–¿Te gusta? –le dije.

–Sí, papi... –Se tapó la boca con las manos– Perdón.

Esa acción me sorprendió completamente.

–¿Por qué me pides perdón? –pregunté.

–Porque no puedo llamarte papi.

Entonces lo recordé, recordé mis palabras y aquello me provocó una punzada en el pecho.

–Puedes –solté–. Y por favor, olvida lo que dije en la mañana, es solo que, estaba enojado, pero no contigo, y cuando algo me molesta a veces digo cosas que no están bien.

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