Capítulo 8

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Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.

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INUYASHA

–Inuyasha, la mujer, esa de la que hablaste ¡Sí, es ella!

–¡Podrías hablar más despacio! –exclamé ansioso.

–¡Inuyasha, es ella!

– Miroku, no te estoy entendiendo nada...

–Tiene un disparo –Se anticipó–, le dispararon cerca del corazón

–¿Qué? ¿Cómo que un disparo?

Giré un poco tratando de no alarmar a la mujer estaba junto a mí.

–No sé más, ahora está en cirugía, entró de emergencia, pero es ella Inuyasha

–¿Quién es? –cuestioné comenzando a sentir la ansiedad.

–La mujer de la que me hablaste, la mujer que Moroha mencionó.

–Sango... –solté perdiendo la voz.

Por alguna razón noté que el ambiente se ponía tenso. Para evitar que la situación empeorara, decidí colgar la llamada y mantener la calma.

–Tal parece que el almuerzo se tendrá que postergar –comenté mientras me aclaraba la garganta.

Escargot tenía la mirada perdida, pero en sus ojos había algo más.

–¿Pasa algo?

–¿Eh?

Me acerqué a ella y enseguida dio un paso hacia atrás, como si de pronto hubiera reaccionado.

–¿Todo bien...?

–Perdóname –soltó con dificultad– Me... me tengo que ir...

–Escargot...

La vi dirigirse apresuradamente hacia la puerta.

–Hijo ¿qué ocurre?

Miré a mi madre mientras buscaba mis llaves.

–Surgió algo –solté– Si Kikyo pregunta dile que me fui de emergencia a la clínica.

–Pero hijo...

Besé su frente y le regalé una sonrisa. Lo último que quería era preocuparla.

–Todo está bien mamá.

–Le prometiste a Moroha que la llevarías a ver a los patos ¿Lo olvidaste?

–No. Volveré enseguida e iremos juntos.

–¿Seguro? –insistió– Es que es una niña, y los niños se ilusionan muy rápido.

–Volveré, madre, no te angusties.

–Bien, pero no te tardes.

Me despedí de ella antes de correr hacia el auto. Las ruedas resonaron contra el pavimento cuando aceleré a toda prisa.

Al llegar a la clínica traté de no llamar la atención mientras me dirigía a cuidados intensivos. Para mi gran alivio, vi a Miroku deambulando por los pasillos de ese piso.

–Inuyasha –saludó al verme y yo le correspondí con unos golpes en la espalda.

–¿Cómo está?

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