Capítulo 6 (Kagome)

201 17 1
                                    

━━━━━━━ ∙•∙ ━━━━━━━

Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.

━━━━━━━ ∙•∙ ━━━━━━━

(Seis años atrás)

KAGOME

–Inu...

Intenté moverme, pero un dolor muy fuerte en la cabeza me detuvo.

–Inuyasha...

Recorrí su cuerpo inconsciente con mis manos esperando que recobrara el conocimiento. Pero nada.

–Inuyasha, despierta –pedí al percibir un intenso olor a gasolina.

Las luces del auto parpadeaban y yo sabía que, si no fuera por la protección de Inuyasha, habría salido disparada por la ventana. Pero no, todavía estábamos dentro del auto y necesitaba encontrar una manera de salir antes de que todo estallara.

–Por favor... resiste un poco más...

Di un salto cuando las puertas se abrieron de pronto.

–¡Vaya, vaya! Mira nada más, parece que me acabo de encontrar a un pobre gatito abandonado en medio de la carretera.

–¡NOO! ¡Suéltame! –grité cuando sentí sus manos sobre mí.

Me sacó del auto y me agarró del cuello con fuerza, ejerciendo una presión considerable.

–Y ¿qué hago con este? –preguntó el otro sujeto refiriéndose a Inuyasha.

–¿Está muerto?

Lo miré con terror mientras esperaba su respuesta.

–No, solo está inconsciente.

–Sácalo de ahí.

–¡No! –Traté de liberarme– ¡No se atrevan a tocarlo! ¡Inuyasha!

–Shh shh, bonita. No quieres hacer eso –amenazó el hombre que me sujetaba.

–No te tengo miedo... –musité con dificultad y él sonrió con grandeza– ¿Quién te mandó? ¿Para quién trabajas?

–No te apresures, bonita. Pronto lo conocerás.

Oí un sonido seco golpear el suelo y mi corazón se detuvo.

–¡Inuyasha! –grité al presenciar cómo le propinaban patadas en las costillas– ¡YA DÉJALO!

–¿Estás llorando, bonita?

Me sujetó del cabello.

–¡YA, POR FAVOR! ¡NO LE HAGAN DAÑO!

–¿Te portarás bien?

Asentí con la cabeza mientras las lágrimas bañaban mis mejillas.

–Perfecto. ¡Oye, Renji! Ya suéltalo y trae a esa otra mujer.

–Sí.

Miré con verdadero pánico el cuerpo inconsciente de aquella mujer en sus brazos.

–Mírala bien –habló el hombre que me sujetaba– ¿No es una buena actriz?

–¿Qué...?

–Casi ni se mueve, casi podría decirse que está muerta –Soltó una carcajada que me erizó la piel en segundos– Pero qué idiota soy, si yo mismo la maté.

Me recorrió un escalofrío espantoso por la espalda cuando lo dijo.

–Listo, jefe. Ya la dejé en el auto.

FRAGMENTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora