Capítulo 3

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Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.

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INUYASHA

¿Sango? ¿Quién podría ser esa mujer?

Mi mente estaba llena de interrogantes sobre eso. Sentía la necesidad de investigar más a fondo, pero ¿y si en realidad era algo trivial que Moroha había mencionado sin pensar? Después de todo, ella aún era una niña y, al decirlo, estaba luchando contra el sueño. Es muy probable que haya confundido las cosas. Sí, esa era una posibilidad bastante creíble. Con esa conclusión en mente, cerré los ojos.

Hacía mucho que no dormía con plenitud, quise moverme, pero sentí algo cálido sobre mi pecho y aquello me hizo abrir los ojos de inmediato.

Tenía a Moroha sumida en un sueño profundo mientras se aferraba a mi cuerpo con sus pequeñas manos. Sonreí al ver la forma tan desastrosa en la que su hermoso cabello le tapaba el rostro, intenté peinarla, pero me detuve cuando la escuché quejarse, aquello se sintió como un déjà vu por alguna razón.

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(Nueve años atrás)

–Mmm... no... –Se quejó antes de taparse con las sábanas.

Sonreí y atraje su cuerpo junto al mío.

–Inuyasha... –Me regañó– ¿Por qué me despiertas tan temprano?

–¿Temprano? –cuestioné tapándome al igual que ella.

La blancura de las sábanas hizo resaltar aún más la belleza de sus ojos.

–¿Sí sabes que son más de diez?

–¡¿Qué?! –Ella soltó aterrada al tiempo que se incorporaba– ¿Por qué no me despertaste?

Sonreí. Me era imposible no hacerlo al ver su expresión de enfado.

–Lo intenté, pero cada vez que intentaba peinar tu cabello me gruñías.

Me miró mal.

–Eso no es cierto.

–Kag...

–Yo no gruño –Se defendió– No soy un animal.

Reí mientras la veía buscar su ropa.

–Sí que lo eres –murmuré– Eres un gato, mira mi espalda –dije al verla enojarse.

–¿Qué...? –Se acercó– ¡Santísimo! ¿Te duele?

Sonreí, no era necesario que se preocupara por algo que disfruté en su momento, pero así era ella.

–No sonrías –reprochó.

La atraje desde la cintura y pegué mi rostro en su pecho.

–Es que me encantas cuando haces eso.

–¿Lastimarte?

–No, tonta –corregí con una sonrisa– Amarme.

Atrajo mi rostro y pegó sus labios con los míos antes de mirarme con una sonrisa.

–Me tengo que ir... –susurró acariciando mis mejillas– No puedo estar aquí cuando tus padres lleguen. No sería nada agradable que mi madre se entere que dormí con el hijo menor de su amiga.

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