Capítulo 20

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Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.

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INUYASHA

–Sal de aquí, Inuyasha, este no es asunto tuyo –advirtió él.

–Está bien, que se quede –dijo Kagura– Que tu hermano sea testigo de la estupidez que acabas de hacer.

–Espera, Kagura... –Traté de detenerla.

–Nunca más volverás a saber de nosotros, Sesshomaru Taisho. Te aseguro que nunca conocerás a mi hijo.

–Espera...

–¡Déjala! –demandó mi hermano al verla irse– Deja que se vaya.

–¡¿Pero te has vuelto loco?! Mamá no nos crio para que actuáramos de esa forma. Esa mujer tendrá a tu hijo, Sesshomaru.

–Pero ¿qué te pasa? ¿No fuiste tú el que dijo que no confiemos en esa familia? Es evidente que solo quieren sacar provecho de nosotros.

–Está bien, sé lo que dije. Pero me equivoqué.

–¿Qué?

Cerré la puerta tras de mí para que nadie, en especial Kikyo, me escuchara.

–Hablé con Kagome y ella me aseguró que el hijo de Kagura es tuyo. Que ella no es como Kikyo.

Sesshomaru soltó una risa.

–¿Qué más te dijo? ¿Que se casarían y se irían a vivir a otra ciudad?

–Pero ¿Qué te pasa? ¿Por qué actúas así? –cuestioné de frente.

–Lo que pasa es que tu querida Kagome quiere que me aleje de Rin.

–Mucho cuidado con lo que vayas a decir –advertí.

–¿Ahora te estoy molestando? Pues dile a Kagome que no dejaré que Rin se vaya del país con su madre.

–¿Y qué piensas hacer, genio? ¿La expondrás al peligro? ¿Dejarás que Naraku la use en tu contra?

–¡No!

–¡Entonces deja de actuar como un adolescente enamorado y asume tus responsabilidades!

Sesshomaru caminó molesto y se dejó caer sobre la cama.

–Amo a Rin. Lo he hecho siempre, no puedo perderla, no así.

–¿Y qué hay de Kagura? Ella también te necesita.

–¿Sabes algo que yo no?

Me senté junto a él.

–Naraku tienes planes para tu hijo si no lo reconoces.

Sesshomaru me miró expectante.

–¿Qué planes?

–Se lo quitará y lo hará pasar como... mío.

–¿Qué dices?

–Es la única forma de que sea creíble: un hijo mío y de Kikyo. Si Naraku está convencido de que es un Taisho, entonces no hay motivo para dudar. Ese niño es tuyo.

–¡Maldición!

Se levantó y tomó el abrigo que estaba sobre la silla.

–No dejaré que eso pase. Tengo que alcanzarla.

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