1. HIPOCONDRÍA

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"Ni las piedras, ni las maderas ni sus
constructores hacen la Ciudad: la Ciudad
y sus murallas están doquiera se hallen
hombres capaces de procurar su seguridad".

(ALCEO, poeta, aristócrata y soldado,
Mitilene, fines del siglo VII).

***

—Entonces, ¿de qué morimos?

La interrogante ha salido de un rostro torturado. Preguntar algo así en la ciudad de Hipocondría es como solicitar a un oficial de las SS en la Varsovia de 1942 indicaciones para ir a la sinagoga.

—Allan ¿De verdad me está haciendo esa pregunta? ¿No se da cuenta de que es su trastorno el que habla por usted? —quien ha dado la réplica va vestido con una bata blanca. Allan lleva durante toda la entrevista entornando los ojos, la combinación de bata blanca con luz artificial es cegadora.

—¿Qué trastorno doctor? Estoy muy preocupado.

—Usted sufre un TIC que...

—Explíquese.

—Ve, Allan, su propia impaciencia es un síntoma del Trastorno Inducido Compensatorio.

Allan se muerde entonces el labio y calla, como para dejar en evidencia el diagnóstico. Pero la espera a que vuelva a hablar el doctor se hace eterna en los primeros segundos.

—Al igual que el resto de ciudadanos de Hipocondria usted goza de una salud inmejorable. ¿Es necesario que le recuerde que la enfermedad fue desterrada para siempre más allá de los límites de nuestra ciudad?

—¿Y la muerte?

La insistencia de Allan contagia en el doctor un repentino nerviosismo, que acelera el martilleo sutil de su dedo índice sobre los botones de la consola que se interpone entre ambos hombres.

El clínico mira de reojo el display donde se le da a elegir apretar la alarma en función del comportamiento del sospechoso:

A) Preguntas ocasionales.

B) Preguntas insistentes.

C) Preguntas violentas.

Prefiere esperar antes de apretar «B», algo le dice que finalmente tendrá que decidirse por la letra «C». Y que las autoridades actúen en consecuencia.

El doctor suspira ligeramente antes de continuar.

—Mire, Allan, usted siempre tendrá el aspecto de un joven de veinte años, nunca enfermará gracias a la «desesquizo», viva los ciclos que viva. Obviamente un día dejará de existir, sin dolor, sin aviso, pero ¿por qué preocuparse por ello? ¿Qué le puede aportar saber que algún día puede llegar a morir? ¡Disfrute de la vida! Esa preocupación por la muerte, esa obsesión, es la que no le está dejando vivir. El TIC es como una «compensación» porque quizá en su subconsciente no se cree merecedor de ese privilegio de vivir siempre joven y sano.

—Puede que tenga razón.

El doctor deja de mirar la letra «C» para centrarse en la «B».

—¡Pues claro, hombre! El TIC a veces se manifiesta cuando la dosis de la «Desesquizo» se está quedando corta y hay que administrar otra vacuna. ¿Cuando le toca la próxima inoculación?

CIUDAD SIN MUERTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora