3. ENTRE ORÁCULOS

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El cielo sin nubes, oscurecido. Las calles vacías, silenciadas. Solo se ve luz en un hábitat, de barreras violentadas, porque dentro los chicos «desesquizo» están armando un buen jaleo con un registro.

Desde la penumbra silenciosa de una esquina, Allan y Lara acechan. Ella espera, él observa.

—¡Esto es un error! —protesta Allan en voz baja— no he hecho nada malo. Iré, me someteré al interrogatorio y todo estará bien.

Lara se incorpora, parapetada por el edificio que han elegido como escondrijo. Absorbe con la mirada el gesto desvalido de Allan.

—Se te llevarán.

—Bueno, me soltarán en cuanto vean que todo está en orden.

—¿En orden? ¿Conoces a alguien que se hayan llevado?

—No.

—Claro, porque nadie vuelve. No he vuelto a ver por la consulta a ningún paciente que haya sido intervenido por la «desesquizo».

—Eso es porque se han curado. Porque el TIC ha desaparecido.

—¿Y cómo explicas que sus medical-base desaparezcan del sistema?

Lara ya no sabe cómo apuntalar esa ingenuidad peligrosa de Allan. Pero tiene que actuar rápido porque él parece decidido a entregarse. El problema es que ella no puede demostrarle nada, porque todo son conjeturas.

—Vamos —dice Allan saliendo de la esquina— les invitaré a un néctar si no lo han encontrado ya, y aclararemos las cosas.

Al girarse, ella le agarra firmemente del brazo y le obliga a enfrentarse a sus ojos.

—Muy bien, Allan, entonces aquí tengo que decirte adiós.

—¿No vienes?

Lara nota el ligero temblor de la indecisión en el brazo de Allan. La duda ensombrece su rostro más, a pesar de la penumbra callejera. La decisión de ella crece de manera inversamente proporcional.

—No, espero que te vaya bien. Si vuelves, búscame, quiero conocer al primer regresado.

Le suelta el brazo. Pero él no se mueve. Ella sabe que está venciendo la duda, que recorre ya sin remisión su raciocinio.

—¿Y qué podemos hacer entonces? —cede por fin.

—¡Mira! —Lara le empuja de nuevo al cobijo de la esquina porque han salido del hábitat tres agentes cargados de enseres—, se llevan toda tu ludo-tecno.

—¿Para qué quieren mi ludo-tecno? ¡Ladrones!

—Querrán hacer un perfil sobre ti. Investigar sobre todas tus aficiones y tu vida. Así será más fácil encontrarte.

—¡Cabrones! ¡Hijos de probeta adulterada! No tenemos escapatoria.

—Si la tenemos, que se lleven todos tus soportes ludos me ha dado una idea. ¡Los oráculos!

—¿Los oráculos? Explícate.

—Tienes que ir a un oráculo y pedirle asesoramiento lúdico como sueles hacer...

—Claro, una idea maravillosa. En cuanto el oráculo vuelque en mi medical-base un itinerario lúdico los «desesquizo» van a tener pista libre para aterrizar en mis entrañas con sus electro-barras. ¡Ja! ¡Muy divertido! Pero, ¿sabes realmente lo que dices?

—Se perfectamente lo que me hago. ¿Conoces a algún hipocondrita que no haga lo que dicen los oráculos?

—Ya te lo he dicho, los «desesquizo» sabrán dónde estoy y a dónde voy en cuanto el oráculo me asesore.

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