IX

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   Cuando el invierno llega a Londres, Tilly permite que Ahkmenrah y Lancelot salgan a la nieve. El faraón la ha sentido antes, pero para el caballero era la primera vez, lo que emocionaba a ambos.

—¡Vamos! —Ahkmenrah toma la mano del caballero cuando esté llega a su lado luego de haberse cambiado la ropa para poder salir del museo. —Te ves guapo —sonríe cuando ve a Lancelot, dándole una mirada antes de apresurarse a la salida.

Con la cara caliente, Lancelot también quiere halagar la vestimenta de Ahkmenrah, pero el faraón los guía a la puerta con emoción

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Con la cara caliente, Lancelot también quiere halagar la vestimenta de Ahkmenrah, pero el faraón los guía a la puerta con emoción. —¿Listo?

Lancelot conocía la nieve, pero sería la primera vez que la tocaría realmente. Con un asentimiento, Ahkmenrah abre las puertas del museo, saliendo con Lancelot tomado de su mano.

Fuera del museo, la nieve puede apreciarse con más detalle, llenando incluso los escalones a esa hora. —Ten cuidado. —Ahlmenrah se adelanta, ansioso por llegar a la nieve. —¿Qué te parece? —ve a Lancelot, quien se detiene a su lado al final de los escalones, tomando un poco de la nieve que queda en el barandal.

—Fría. —el rubio de mirada azulada sonríe observando como se derrite con rapidez por el calor de sus dedos. Es mágico.

Con una sonrisa alegre, Ahkmenrah disfruta ver a Lancelot tan maravillado con algo tan pequeño. —¿Quieres ir al parque? debe verse hermoso cubierto de nieve. —propone sacando al rubio de su momento de apreciación.

—Vamos. —Lancelot mete las manos en los bolsillos de su abrigo, dándole una mirada ilusionada a Ahkmenrah, quien no puede evitar sentirse tan enamorado y emocionado, guiando el camino hacia el parque.

Cuando llegan, es tal como Ahkmenrah mencionó: hermoso. El parque está decorado por la nieve, todo es blanco puro, incluso las bancas están cubiertas. Es un gran lienzo, simple pero aún así tan llamativo, atractivo para apreciar en silencio. Y Lancelot se queda allí, viendo, llenándose con ese sentimiento de estar vivo, sintiendo el frío intentar pasar la tela que le cubre y mantiene caliente.

—¡Lance! —Ahkmenrah aparece corriendo de nuevo a su lado, sonriendo con emoción, su respiración acelerada notandose por el frío que los rodea. —¡El lago está congelado! —toma el brazo del rubio, intentando regular su respiración, pero sin perder la sonrisa. —Debes ir.

Ahkmenrah había ido a otro lado del parque mientras Lancelot simplemente veía el paisaje, disfrutando de la soledad del lugar a esa hora de la noche.

Con una sonrisa más suave, asiente hacia el príncipe, el gobernante de su corazón. Ahkmenrah sonríe, opacando la belleza de esa noche nevada que se sentía con suavidad en la piel. El egipcio lidera el camino, el caballero que esa noche no lleva su armadura camina detrás de él, sonriendo con amor mientras se permite disfrutar el recorrido antes de volver a su realidad. Cada noche, cuando cobran vida, es como despertar dentro de un sueño que tristemente tenía límite de tiempo. Y aún así, lo disfrutaban hasta el último segundo.

A veces, cuando no estaba siendo un tonto enamorado o un ignorante irritante para otras exhibiciones, Lancelot profundizaba en sus pensamientos y sentimientos. No era tan estúpido como muchos creían, sólo estaba moldeado en otra época diferente a las suyas. No era su culpa. Aún así se esforzaba por aprender, lo cual Ahkmenrah siempre le felicitó. Fue quien le tendió una mano cuando nadie más quería acercarse, fue quien le permitió colgarse en su túnica dorada hasta que se sintió seguro sobre la nueva realidad que había descubierto. Le enseñó, le guío por el mundo sin salir del museo. No era necesario, allí lo tenían casi todo.  Y aunque al principio Lancelot se mantuvo a su lado por necesidad y agradecimiento, luego se convirtió en algo más.

—¿Qué te parece? —Ahkmenrah se detiene al borde del lago congelado, sobre la nieve.

—Hermoso. —el caballero responde.

—¿Cierto? —el faraón gira la mirada para encontrar la azulada del rubio a su lado. —El lago-

—Oh. —Lance interrumpe. —¿Hablabas del lago? —pregunta con falsa confusión. —Yo hablaba de ti. —sonríe, galante como cualquier caballero. —El lago está bien. —luego da una vaga mirada al hielo que cubre el lugar.

Ahkmenrah siente que su cara se calienta, pero no es por el frío de la noche. A veces Lance podía sorprenderlo al punto de dejarlo sin palabras. Así que toma su mano, volviéndose a ganar su atención. —¿Alguna vez has patinado sobre hielo?

—¿Qué?

—¿Quieres hacerlo? —Ahkmenrah se acerca demasiado al borde con el hielo, lo que hace a Lancelot detenerlo rápidamente con un tirón de su mano.

—Eso es peligroso. —Lance dice. —¿No se debe usar unos... Zapatos especiales con... esas cosas en las suelas?

—Oh vamos. —el faraón se burla. —Será divertido. —Y arrastra a ambos sobre el hielo, deslizándose inestable, resbalando sin caer porque se sostienen en un agarre vertiginoso que los mantiene de pie aunque de una manera insegura.

Las risas nerviosas por no caer llenan el lugar, divirtiéndose mientras intentan moverse. Patinan por el hielo sin ningún rumbo, sostenidos de ambas manos en un equilibrio dudoso que finalmente termina por llevarlos a caer contra el hielo.

Lance cae primero, llevando a Ahkmenrah con él, quien cae sobre su pecho con una risa estruendosa que es lo único que se escucha en el solitario parque nevado.

—¿No ha sido divertido? —Ahkmenrah se apoya en el pecho de Lance, quien se sostiene levemente con los brazos sobre el hielo para darle una mirada al azabache, preocupado de que se hubiera hecho daño hasta que lo escuchó reír con tanta fuerza.

—Lo ha sido. —Lance acepta, riendo en un tono más moderado, contagiado por la alegría de Ahkmenrah.

Ambos se calman, tomando varias respiraciones profundas sin apartar la mirada del otro, manteniendo sonrisas en sus rostros. —Gracias. —dice Lance con una profundidad que confunde a Ahkmenrah. Y el caballero no explicaría por qué lo había dicho, simplemente alza una mano hacia el rostro de Ahkmenrah, quien hace una mueca por el choque de piel fría con caliente, pero sin apartarse. Entonces Lancelot lo acerca, allí sobre el hielo del lago, con sus cuerpos temblando, pero hundiéndose internamente por la calidez del momento. Sus labios se unen en un beso tan suave como la tela de sus abrigos, calentando sus rostros. La punta de la nariz de Ahkmenrah roza la mejilla de Lance, está tan congelada como un témpano, así que decide que es momento de volver.

—¿Cómo regresamos? —Lance pregunta cuando se separa, sonriendo con placer cuando Ahkmenrah aún mantiene los ojos cerrados y quiere acercarse por un segundo beso que le dará, por supuesto, cuando regresen al museo y no se esten congelando el trasero.

—Tendremos que arrastrarnos. —sería imposible levantarse.

Y es gracioso hasta que llegan de nuevo a la seguridad de la nieve, levantándose con el frío atravesando sus huesos, tomando sus manos para correr de vuelta al calor del museo.

O.S 🌸 [Ahkmelot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora