Empecé a escribir cuando te fuiste. Hay millones de palabras que hablan de ti. Y ha pasado ya la primavera, el verano. El otoño me trae muchos recuerdos. Las ciudades se vuelven amarillas. Las calles se llenan de paraguas y bufandas. El sol es cada vez más débil. Pero sigue entrando por las persianas mal bajadas. Cuando quise darme cuenta, te llamaba por rutina. Por oír veinte tonos sin final.