Alba II

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No faltaba mucho para que dieran las 8:45, con lo cual debía apresurarme y subir a clase. Salí del baño y giré la esquina para llegar hasta las escaleras, pero tan oportuno como nadie, apareció de la nada para joderme la mañana.

-Mira a quién tenemos aquí. Pero algo no va bien...

-Claro que no va bien, estás tú aquí. Piérdete -le espeté.

-No, no. Hablo de que aquí falta alguien -dijo con tono sabiondo -¿Dónde está la garrapata que llevas siempre pegada a ti?

-¿Y a ti qué te importa? Lárgate -le contesté perdiendo la paciencia.

-Encima de que me preocupo por vosotros. Que desconsiderado llegas a ser a veces -respondió burlón como si me hiciera alguna gracia -. ¿Seguro que va todo bien? Digo, no me gustaría saber que le ha pasado algo a los amantes más envidiados de todo el instituto.

Sabía a qué se refería. Fernando llevaba desde tercero de ESO riéndose de lo buenos amigos que somos Max y yo. Según él, tan buenos, que podríamos casarnos y todo. A mí siempre me ha dado igual la opinión de los demás, y más la de Fernando, pero siempre me ha jodido como le afectaba a Max. Sabiendo que no tiene nada de cierto lo que puedan decir de nosotros, le ha molestado desde el primer minuto que se burlen de él de tal manera.

-Hoy no me he levantado con mucha paciencia Fer, así que te agradecería que no acabaras la poca que me queda de buena mañana. ¿Te parece?

-Venga hombre, no seas aburrido.

-Eh, vosotros dos, ¿Qué hacéis de cháchara en medio del pasillo? ¡A vuestras clases ya! - gritó un profesor desde la otra punta del pasillo.

-Ya has oído -escupí amargado.

Se puso a mi lado y se quedó inmóvil.

-Me invitáis a la boda eh -me soltó en un susurro.

Me tragué un "que te den" para no perder más tiempo con él, y seguí mi camino. Cuando ya estaba delante de mi clase, me la encontré con la puerta abierta. La cara del profesor se asomaba desde la esquina del aula, y me reconoció al ladear la cabeza hacia mí.

-¿Te ha aprovechado el paseo por el instituto señorito Méndez? -me preguntó retóricamente. Se levantó de su mesa y caminó hacia mí demasiado tranquilo -Pues espero que también te aproveche el castigo y la amonestación que te acabo de poner. A las 17:30 en la biblioteca.

"No puede ser". Maldije para mis adentros. Sobre esa hora tenía pensado irme a tomar el helado con Carla y Max.

El cambio de clase se respiraba en el aire nada más sonar el timbre. Por eso, y porque automáticamente los estudiantes corrían entre empujones y prisas al pasillo. Normalmente, salían para hablar con amigos de clases de al lado, para sacar o entrar libros en las taquillas, o para darse una vuelta sin motivo alguno. Generalmente, no salgo de clase a menos que tenga que ir al baño, pero esta vez tenía que hablar con Carla, que ella siempre se escapa a la clase C.

-Carla, escucha... emmm, me han castigado esta tarde... -dije nervioso y avergonzado.

-Sí, lo he escuchado. Pero que sepas que eso no es excusa para posponer la salida. Podemos quedar más tarde si te va bien -respondió ella resolutiva.

-Claro. Pues cuando me libre del castigo os aviso y nos vemos en la plaza, ¿te parece? -le dije recobrando la motivación.

-Hecho entonces, Max y yo esperaremos al rey del aplazamiento en frente de la cafetería. Pero no te metas en más líos, que no quiero tener que tomarme el helado de madrugada -me avisó guiñándome un ojo.

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