Cometa III

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Se sobresaltó un poco al verme. Y no sé si fue del susto, pero se la veía... pálida. Y mareada, como si no controlara su equilibrio.

-Gracias a Dios que has venido Eric -dijo, como si me hubiera enviado un ángel.

-Descuida, aquí tienes -le tendí el blíster.

-No sabía que te gustara ese tipo de... accesorios -me comentó clavando su mirada en el bolso que llevaba conmigo.

-No te confundas. Es el bolso de Lara; me ha pedido que se lo sujete hasta que vuelva.

-Vaya que caballeroso por tu parte -se rio.

-Por cierto, ¿Para qué tomas estas pastillas? -quise saber.

Por un momento me pareció creer que se estaba pensando qué responderme.

-Pues para la regla. Es muy difícil llevar el día medianamente bien con estos terribles dolores. Por no decir que mi sangrado es exagerado a diferencia del de otras. Sin esto no sé que haría -me respondió con convicción.

-Entiendo... ¿Estás bien por eso? -pregunté preocupado.

-Sí, sí, con algo de náus... Perdón, dame un momento -unas repentinas arcadas la interrumpieron mientras corría a meterse al cubículo más cercano.

Me quedé unos segundos quieto delante del cubículo. Quería entrar y ayudarla, pero Carla no parece de ese tipo de personas que se dejan ver vulnerable, y mucho menos de las que ceden cuando ocupas su espacio personal.

Me sentía inútil. Con una pizca de impotencia, y cierta ignorancia, dado que nunca había sufrido en mis propias carnes lo que es la menstruación.

-Espérame unos minutos, Eric, hasta que me recomponga -me ordenó desde dentro.

-Si necesitas cualquier otra cosa, dímelo, ¿vale? -intenté calmarla con mi presencia, pero el ruido devoró toda ayuda cuando un bullicio femenino se intensificaba cada vez más.

Provenía de la esquina que giraba hacia la derecha, donde estaban los lavamanos y duchas.

Mierda.

Mis piernas se movieron solas hacia la salida y con toda la rapidez que pude, giré a la izquierda con el bolso de Lara en la mano. Para cuando mi pie izquierdo ya había sobresalido el marco de la puerta, algo tiró de mí con cierta fuerza hasta que un milisegundo después, noté que la misma tracción que me había detenido, se había esfumado. Al frenarme en seco, ladeé la cabeza hacia atrás para ver que había pasado.

<< Tierra trágame >>

Lo que hasta hace bien poco había sido el asa del bolso, ahora era una cuerda rota que colgaba de él. Y se había roto por mi culpa.

Yo lo había roto. Y todo por la estúpida manecilla de la puerta en la que se había agarrado al salir.

Lara me iba a matar, me iba a despreciar toda su vida y aborrecería la hora en que me dejó su bolso con toda la confianza del mundo. Todo el plan que me había montado en la cabeza sobre acercarme a ella y estrechar nuestra relación, se había ido a la mierda por un puñetero accesorio.

O no, no había porque precipitarse a tal extremo. A lo mejor Lara lo entendería si se lo explicara y...

No. Eso era muy improbable teniendo en cuenta lo cara que era la marca del bolso.

Dios, me acabo de enterrar en vida. ¿Qué hago ahora? ¿Cómo cojones se supone que he de solucionar esto?

-¿Eric? -se escuchó la voz de Carla detrás de mí, aún con con los labios secos y la cara pálida -¿Qué haces ahí plantado? -me giré para mirarla con cara de espanto mientras lamentaba una y mil veces mi existencia. Bajó la vista hacia mi mano derecha -No me digas que ese es el bolso de...

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