Cometa II

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¿Por qué no se pueden continuar esos sueños que uno no quiere que se queden a medias al despertarse?

Que tortura de verdad. Estaba a nada de conseguir un beso suyo, joder, pero como no, mis ojos tenían que hacer caso a la luz que me acribillaba traspasando la ventana.

Si no iba a poder tener un buen sueño y al completo, solo podía esperar que el día empezara con buen pie. Así que con actitud -actitud de zombi, evidentemente -, me levanté a asearme, me vestí y sin desayunar siquiera, salí por patas hacia el instituto.

En la calle hacía bastante aire, con lo que tuve que darme prisa porque soy de los que se enferman por todo y por nada.

Llegué con cierta antelación al centro -más que nada para no tener que escuchar después a Max quejarse por mi impuntualidad -y me los encontré a los dos allí parados, delante de la entrada charlando y riéndose. Se me hacía gracioso verlos tan conectados, parecía que se conocían de toda la vida, y eso que Max no acostumbra a cogerle confianza a cualquiera en tan poco tiempo. Si es verdad que con las chicas tenía mucha mano, pero con Carla era como si no tuviera que usar sus habilidades sociales de atracción masculina para llevarse bien con ella. Me acerqué a ellos incorporándome en la conversación.

-Ya ves, si es que son lo peor... -me interpuse entre ellos como si supiera de qué hablaban.

-¿Qué dices idiota, acaso sabes de qué estábamos hablando? -se rio Max.

-Del claustro de profesores -dije más en tono de pregunta que de afirmación.

-¡Has acertado y todo! -se mofó Carla.

-¿En serio? -pregunté incrédulo.

-No, la verdad es que no bobo -dijo ella matándome el entusiasmo por la coincidencia.

-Bueno, ya sé que a todos nos encanta tomarle el pelo a Eric, pero ¿qué tal si lo seguimos haciendo en clase? Que ya están abriendo las puertas.

-Tampoco hace falta que te cebes conmigo -le pegué un codazo a Max mientras nos dirigíamos por el pasillo para llegar a clase.

-Os lleváis picando así desde que os conocéis? -preguntó Carla.

-Bueno, desde que nos conocemos no, solo desde que la confianza empezó a dar asco -carcajeó Max.

-Que fue demasiado pronto teniendo en cuenta mis límites con los demás -añadí.

-Envidio vuestra amistad, la verdad -sonrió mirándonos a los dos con una sonrisa que me atrevería a decir que había sido lastimosa.

-¿Es que nunca has tenido un o una mejor amiga?

-Eh mmm... nunca he tenido esa... -meditaba cuál era la palabra correcta -afinidad con nadie. He tenido algunos amigos a lo largo de mi vida, pero no creo que nadie se haya ganado ese puesto, ¿sabéis?

-Bueno, pero tampoco hace falta mantener una amistad sobresaliente de entre las demás. Con que tengas amigos que valgan la pena ya se agradece -dije para medio consolarla.

-Y ahí es donde entramos nosotros -añadió Max motivado.

-¿Qué quieres decir?

-Pues que nosotros vamos a ser tus nuevos amigos, tonta -dije sonriéndole amablemente.

-Exacto. Sabemos que con el cambio de clase, probablemente no te relacionas con nadie de nuestra aula, así que bienvenida a la panda del moco -le aclaré guiñándole el ojo risueño. Max me miró de reojo satisfecho por haber dicho lo que estaba pensando.

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