Cometa IV

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Levantó la cabeza para mirarme con los ojos lagrimeantes y responderme a mi obvia pregunta con la cara demacrada.

-Perdóname por la pregunta. ¿Puedo saber qué te pasa? -le pregunté dejando resbalar la espalda por la pared hasta tocar al suelo. Sentía el cuerpo rígido por las heridas.

-Que no aguanto más -gimoteó. Se la oía rota por dentro -Estoy harta de esta mierda. Mi cuerpo no me deja hacer nada. No me deja vivir: no me deja dormir, no me deja comer, no puedo ni subir unas escaleras sin marearme. Ni siquiera me permite... -se le quebró la voz, y seguro que también el alma, porque debía llevar mucho tiempo así para reventar de manera tan repentina. Sus ojos me miraron a través de la transparencia de las lágrimas que la ahogaban por dentro -. Ni siquiera me deja quererme a mí misma...

No sabía qué decirle, como alentarla. No se me ocurría nada. Supongo que todos nos sacamos defectos a veces, pero del tema de la regla y sus consecuencias lo desconozco bastante, ya que no me ha tocado vivirla.

-Debe ser duro soportar constantemente esto, y lo entiendo. Sin embargo, yo no puedo darte consejo para ello porque no me ha pasado nunca - ¿Qué más podía decirle para ayudarla? Cogí aire, y contagiado de tristeza, la abracé por el lado -Piensa que algún día acabará.

Se apoyó entre mi cuello y mi pecho. Estaba fría, y tenía las puntas de los dedos azuladas.

No me parecía justo que las chicas tuvieran que pasar por algo así solas.

-Los médicos también me lo dicen, mis padres repiten eso una y otra vez, pero para mí se está haciendo eterno. Quiero que acabe -sus pálidos y chupados mofletes estaban húmedos, y no dejaban de regarse por su llanto.

-Es una etapa Carla, habrá días en que estés mejor, y otros peor. Y no hay secretos para sobrellevarlo mejor. Simplemente, hay que pasarlo como un proceso natural más.

-Un proceso... ¿natural? -se sorbió la nariz, recuperando la compostura por la confusión -¿A qué te refieres?

-Que la menstruación es algo propio del cuerpo -le aclaré.

-Ah. La menstruación... claro -dijo con conformismo. No supe por qué, pero las comisuras de sus labios se estiraron levemente hacia arriba, dejando ver una sensible y pequeña sonrisa. Me sostuvo la mirada con pena -. Supongo que tendré que aguantarme como dices.

-Eso no quiere decir que no puedas contar con nosotros. Si necesitas cualquier cosa, dínoslo a Max o a mí.

Le di otro abrazo para que fuera consciente de que puede contar conmigo para lo que sea. Después de un minuto y medio entrelazando los brazos (porque ella no quería soltarme), nos levantamos del suelo, y nos dirigimos a la puerta que daba al pasillo principal, dejando atrás el solitario patio del centro.

Aquel pasillo, se asemejaba más a un pasadizo claustrofóbico, de tantas esculturas y trabajos de arte que se exponían a los lados. Había que pasar zigzagueando entre ellos. Aquello me recordaba que tenía un trabajo pendiente de hacer con Lara.

-¿Puedo pedirte consejo? -A lo mejor Carla podía ayudarme.

-Sí, claro, faltaría más -dijo aún con la nariz congestionada.

-Verás, esta tarde tengo pensado quedar en casa de Lara para empezar el trabajo de lengua y...

-¿Qué trabajo de lengua? -me interrumpió con urgencia.

-El que va sobre poetas españoles.

-Joder, se me había olvidado. Tendré que preguntarle a Max si quiere hacerlo conmigo -parecía que estaba hablando más consigo misma que conmigo. Dio un respingo -. Perdona, continúa.

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