Cometa V

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   No es que mi grupo y el del C sean muy diferentes en lo que respecta al tipo de personas que hay en cada clase, pero por lo que veo, la mayoría de tíos de esta última, son increíblemente especiales. Y mira que en la mía hay auténticos cretinos, pero claro, también hay algún que otro decente, a diferencia del C.

   —Carla —iba a intentar alentarla de alguna forma, aunque no supiera cómo. Posé mi mano sobre su hombro —, pasa de él, haz este trabajo y quítatelo de encima. Y a este chico también. No inviertas fuerzas en pensar mil maneras de matarlo.

   Se giró a mirarme con una cara de agotamiento que si no fuera porque los tiene pegados, seguramente sus ojos se le hubieran caído de las órbitas. Pero para mi sorpresa sus comisuras se estiraron.

   —¿Qué? —quise saber, contagiándome un poco de su sonrisa.

   —¿Sabes que podría decirte lo mismo para que te lo aplicaras con Fer, y seguiría siendo una mierda de consejo, verdad? —Ahora sí que se estaba partiendo las costillas de la risa.

   —Touché. Supongo que en mi cabeza sonaba mejor —risueño, me encogí de hombros.

   Entonces volví a distraerme con la espalda de Fer. Inconscientemente, fruncí el ceño; me salía natural. Y aun con la mirada clavada en él, se me ocurrió una cosa:

   —Escuchad, ¿y si os venís esta tarde a mi casa y hacemos esta mierda sin ellos?

   —Oye, pues no me parece tan mala idea. Así lo avanzamos sin distracciones o problemas. Además, nos podemos ayudar entre nosotros —sé que me lo negaría si le preguntase, pero estoy seguro de haber sentido como Carla recobraba un poco el ánimo —. ¿Y a ti qué te parece?

   Carla ladeó la cabeza hacia donde estaba Max y seguidamente repetí la acción. Esperábamos una respuesta, pero Max (para variar) estaba inmerso en la conversación que estaba manteniendo por el móvil. Honestamente, y conociendo a Max como lo hago yo, que me ingore a mí es una cosa, pero que tampoco atienda a Carla, ya me parece un acto bastante maleducado; algo inapropiado de su persona.

   —¡TIO, te ha hecho una pregunta! —realmente Max me lo estaba poniendo muy difícil para no perder la paciencia.

   —¿Eh? Ah, perdón —guardó el móvil rápidamente, avergonzado —. Pues sí, como veáis, yo es que estoy conforme con mi compañero, pero igualmente os ayudo si hace falta.

   << Entonces sí estaba prestando atención >>

   —Pues lo hacemos así entonces. Avisaré a mis padres de que por la tarde nos quedaremos por casa —Saqué el móvil y le escribí a mi padre para informarle de ello.

   —Perfecto —y de repente se sobresaltó —. ¡Ay, si conoceré a tus padres! —Carla me dio un codazo amistoso. Se la veía ilusionada.

   —No creo, mi padre estará trabajando y mi madre suele estar fuera de tardes —le dije mientras tecleaba en la pantalla del móvil.

   Aun así, a Carla no se le esfumaba el contento de la cara. Me hacía gracia ese aspecto de su personalidad. El hecho de darle esa atención, esa magia, esa luz —como queráis llamarlo —a las cosas que normalmente la gente pasa inadvertidas o simplemente les genera indiferencia —como podría ser el conocer a los padres de un amigo —, es lo que hace destacar a esta gran chica.

   —Más tarde os paso la hora y a ti —me dirigí a Carla —la ubicación.

   —Eso no hace falta, ya la acompañaré yo hasta tu casa —se ofreció Max.

   Interrumpiendo nuestro plácido descanso —y ciertamente efímero a mi parecer —, la profesora volvió a alzar la voz para pedirnos con falsa amabilidad —aunque no tuviéramos otra opción —que nos sentáramos y continuáramos con el trabajo. Y así pasó una hora más: con miradas de reojo cargadas de desprecio hacia Fer, piernas inquietas y muchos resoplidos por parte de Carla, y en el caso de Max unas varias ojeadas al móvil por debajo de la mesa cada vez que me giraba a buscarlo por la clase.

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