Revelaciones y Furia

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Después de unos 30 minutos, estaba lista para mi presentación. Las luces del salón se apagaron, dejando solo las tenues velas flotantes sobre el escenario. Me coloqué en medio, esperando que empezara la música. Ya conocía muchos bailes; atda me había enseñado muchos, aunque supongo que nunca pensó que los usaría para ganar dinero. Siempre fueron momentos compartidos con atda, él siempre fue elegante y hermoso al bailar. Solo esperaba tener la mitad de su talento, aunque por los resultados esperaba que se sintiera de alguna manera orgulloso de mí.

Comenzó el darbuka, seguido por el zurna junto al daff, y empecé a moverme como una serpiente, siguiendo el ritmo del darbuka con caderas, abdomen, hombros y giros, siempre mostrando los movimientos con fuerza en las caderas y combinándolos con giros sobre el escenario, haciendo movimientos continuos con el velo de un lado a otro. No había más ruido que el de mis pies, mi respiración y la música de fondo. En el éxtasis del baile, me dejé caer al suelo. La música se detuvo por un instante, y a lo lejos se escuchó un fuerte suspiro justo cuando el sonido del darbuka se agitó y el daff le acompañó. Levanté la cabeza, haciendo que mi cabello recogido se soltara, y miles de mariposas salieron de mi cabello mientras agitaba todo mi cuerpo en movimientos rítmicos y continuos. Al terminar mi espectáculo, todos se levantaron de sus asientos para aplaudir o las mujeres gritaban al estilo zaghareet del oeste.

Tenía el cuerpo cubierto de sudor e intentaba controlar mi respiración. El aire era asfixiante con tantas feromonas en el ambiente. Sonreí lo mejor que pude, aunque bajo la tela que cubría la mitad de mi rostro, no permitía que percibieran las feromonas. Al menos podría mantener mi rostro cubierto. Hice una reverencia y salí del escenario.

Me sentía algo mareada por dar tantas vueltas.

—Eso fue maravilloso, mi señora —Annetta estaba complacida y sus ojos brillaban de emoción. —¿Quién le enseñó a bailar así?

—¡Gracias! ¿Te gustaría aprender a bailar?

La miraba a través del espejo y ella parecía emocionada por dicha idea. Al menos logré distraerla. No quería responder a su pregunta con más mentiras.

—Eso sería genial, pero mucho me temo que nací con dos pies izquierdos —rió mientras me secaba la espalda. —El señor quiere que vaya de inmediato al salón VIP en el área de la arena.

—Ok, me quito esto y voy. Por otro lado, puedes regresar a descansar o beber algo por mí. La noche es joven...

—Oh no, mi señ...

—Es una orden, Annetta. No irás a casa. Bebe dos tarros de cerveza. —Le advertí, era más que obvio que ella no tenía muchos días libres y menos diversión. Quería que, al menos, alguien se divirtiera por mí. —Estaré con Erick de todos modos, no tienes por qué preocuparte.

Suspiró. —Bien...

—Perfecto.

Ahora cambié el vestido de baile rosa con tonos verdes por uno negro de dos piezas. El top tenía escote y una manga de tela transparente, la falda de varias capas de tela negra hacía que, a pesar de la transparencia, no se viera mi ropa interior. La apertura de la pierna ahora era la izquierda, estaba a la misma altura que el anterior, dejando ver toda mi piel bronceada cuando caminara. La basta de la falda era dorada, así que los zapatos altos negros de punta me dieran un toque elegante de alguna manera. A diferencia del resto de las bailarinas, algunas de ellas estaban obligadas a acompañar a clientes a beber siempre que estos las escogieran, como si fuéramos un menú. Erick me tenía prohibido esa tarea; en cambio, yo bailaba para sus clientes y el resto del público por mucho dinero. Había aceptado porque era algo que, de hecho, me ayudaba a liberarme, a relajarme, y al final, esto me hacía sentir tan poderosa como si nada en el mundo fuera capaz de dañarme. Aunque eran mentiras, mentiras tan tontas que me decía. Ahora, nadie podía tocarme ni comprarme. La abuela nos mataría a ambos si se enteraba de lo que su nieta estaba haciendo por dinero.

La Ascensión de la EspecieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora