Epílogo

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Hace varias semanas, justo antes de que Alice desapareciera y de ser envenenado con la droga que nos dio el maldito hijo de perra de Guilliam Crowell, le solicité a Harlam que encontrara toda información sobre Alice y no me importaba qué métodos utilizara para conseguirla. Ya no perseguiría un fantasma, tenía un nombre y recordaba ahora con claridad su rostro. Desde que hablamos sobre el pasado aquella noche en la que finalmente tuvo la confianza de decir la verdad en voz alta, fue como si se disipara toda la niebla que empañaba mi memoria y cuando creí que moriría sin verla, la sentí.

Dentro de mí gritaba mi instinto por encontrarla, nuestra conexión se volvía más fuerte, cada vez que la hacía mía y disfrutaba de escucharla gemir de placer, de escucharla gritar mi nombre y de poseerla hasta llenarla de mí. Ella era mía, su cuerpo me lo decía. Lo que Alice no sabía era que desde hacía varios meses ya la había visto, ordené que la siguieran, sin saberlo con claridad sabía que era la omega de hace cinco años, solo bastó unos segundos para saberlo y mi cuerpo ya quería tomarla. Así que esperé, la observé como un maldito acosador esperando el momento para acercarme.

Cuando llegué a la casa de los Crowell, sin siquiera yo saber lo que había hecho y la vi con esa cosa sobre ella. La vestía que duerme paciente mente despertó y solo quería matar. El resto pasó rápido, llevarla al centro médico, cubriéndolas con mis feromonas, el olor de su sangre, verla tan débil y herida fue el peor momento que había vivido en mi vida. Sabía que pedirle matrimonio era demasiado para ella, aún teníamos que establecer nuestra relación pero no soportaba la idea de perderla, quería tenerla siendo mía y saber que la protegería... No me sorprendió que dijera que no, era más que lógica su respuesta, su juicio estaba por llegar, lo que ella más quería era una vida siendo ella misma y yo se lo daría. Sin embargo, no evite no sentirme herido, preferí la distancia para analizar y allanarle el camino por el cual ella caminaría, eliminaría todos los peligros para que finalmente encontrara esa paz que siempre le habían arrebatado.

Siguieron reuniones interminables tanto con las abuelas de Alice, como con mi propia familia, con la guardia de la capital, todos exigían explicaciones mientras yo le daba órdenes a Harlam de tener un equipo para limpiar todas las huellas que Alice haya dejado. Fueron pocas, claro, mi omega era sumamente inteligente. «Eso me enorgullecía». Erick, aun estando enfermo, fue quien más ayudó, entre tanto Harlam seguía con la investigación que le había asignado, quería saber todo lo que ella había hecho estos últimos cinco años.

Podría hacerle la pregunta a sus abuelas, pero sabía muy bien que jamás delatarían a su nieta, se la pasaron toda su vida protegiéndola de todos, incluyéndome a mí. No me atrevía aún a verla, se quedó solo unas semanas más en el centro de investigación, en parte para ocultarla de la mirada de la asamblea, para mantenerla entretenida, no deseaba crearle más angustias. La mantenía bajo vigilancia constante, no quería dejarla, el miedo de perderla aún me hacía temblar. Dejé que hiciera lo que le gustaba, descubrir que se apasionaba por la investigación, sus ideas sobre nuevos métodos que ayudarían a muchos omegas la emocionaban y una vez que empezaba, parecía que no pararía. El director médico, el doctor Thomas Shephar, me informaba sobre todo lo que hacía, sus quejas sobre ser el niñero de mi omega me importaban muy poco, saber que estaba ayudando y que a pesar de las quejas Thomas también se sentía entusiasmado por tenerla en su equipo de investigadores.

Tres semanas habían pasado desde la última vez que nos vimos, la asamblea se había pospuesto con la serie de ataques que hubo, controlar a las criaturas y eliminarlas había sido una tarea muy difícil. Pero Diannett, mi hermana y heredera de la casa gobernante de Ërrendle, estaba dirigiendo muy bien el destacamento de limpieza, entre reuniones secretas logramos borrar toda información sobre la presencia de Alice en dicho lugar, conocía a mi omega, sabía que algo terrible había pasado en cuanto nos vimos a los ojos. Me había corrido un escalofrío por todo el cuerpo.

La Ascensión de la EspecieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora