Confesiones Oscuras

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~ 16 ~


—Jekylls, no seas duro con ella... y recuerda que estás en mi territorio; si veo que la has lastimado, te arranco las pelotas, y sé que las aprecias mucho. Erick salió del cuarto junto con los guardias, dejándome a solas con Terrence. Su presencia era firme; sus feromonas me llegaron de golpe cuando se colocó detrás de mí y puso su capa sobre mis hombros.

—¿No piensas verme? —Aún lo tenía pegado a mi espalda; podía ver sus pies y sentir su respiración sobre mi nuca —Pearl.

—¿Qué quieres que te diga?

—¿Por qué te fuiste? ¿Qué es lo que tanto escondes? —Ahora Terrence me giró para estar frente a frente. —Por favor, responde me... imagino que tu amigo te dijo lo que está pasando, y he estado todo el día buscándote como un maldito loco...

—Algo mencionó —mantuve mi mirada en cualquier parte menos en él. —No me importa si me buscaste o lo que sea que creas; mantente alejado de mi... —Terminé alejándome.

—Pearl Gundry no existe, lo investigué. —Soltó cuando me di la vuelta para salir. —Resulta que conocí a una Pearl Gundry hace unos 5 años, me enamoré de ella casi al instante en una fiesta de debutantes a la que se coló... quizás tendría unos 20 años. Pasamos la noche juntos, aunque no recuerdo mucho de eso porque entré en mi rut... estoy seguro de que no solo dormimos, pero ella desapareció a la mañana, y luego la vi morir en una explosión...

—No soy tu amante muerta. —Le interrumpí. No quería escucharlo, no quería recordarlo; la herida aún estaba abierta para mí. —Solo aléjate de mí.

No le tomó mucho correr a mi lado, tomarme del brazo y lanzarme al sillón con brusquedad. Esto me tomó por sorpresa; no creí que se pondría rudo, aunque tampoco lo podría culpar.

—Me darás las respuestas que busco o me veré en la obligación de hacerte hablar... —Arrastró una silla y se sentó frente a mí; sus feromonas eran ahora una amenaza que cumpliría su advertencia. No sería capaz de soportar esto mucho tiempo. —Empieza por decirme ¿quién eres?

Negué con la cabeza, mirando al suelo.

—Por favor, Terrence...

—No, habla... tomé muestras del producto que tenías en ese cuarto en tu departamento. Será cuestión de tiempo para que me den el informe con el compuesto... ¿No tendrás nada que ver con las sobredosis de los drogadictos?

Levanté la cara al entender en lo que me estaba metiendo.

—Terrence, no, te lo pido, no puedes hacerme esto. —Su rostro al descubierto lucía cansado, demacrado; era la única forma que tenía para describirlo. —Lo siento, yo... no sé por dónde empezar, no quiero mentir más, estoy cansada y probablemente termine matando a alguien. —Sollocé al sentirme atrapada por Terrence; si descubrían lo que había hecho supresores, comprenderían con rapidez su uso.

—Deja de cargar con lo que sea tu sola. —Me levantó el rostro para verlo a los ojos. —Puedes confiar en mí... te ayudaré, ya sea matando a alguien o protegiéndote.

Me quedé sin aliento; no quería eso para él. Aunque él tal vez no quería que yo pasara por esto, si le contaba todo, si me quitaba este peso, quizás podría darle fin a esto. Me pregunté por un segundo lo que haría atda; la respuesta llegó al instante.

«Él confiaría sin dudar en papá; se apoyaría en él, porque ese era su alfa y su alfa siempre cuidaría de él.»

No dudaba de sus palabras. Si él creyera que era parte de la distribución de las drogas o de su fabricación, ya me hubiera arrastrado a la capital. Yo solo estaba asustada ahora con la memoria recuperada. Quién soy, era algo que debía hablar para resolver. Las abuelas hacían lo que podían, y no era justo que las recargara con mis problemas. Seguro Cecil creyó que hacerme olvidar me daría un respiro y me daría tiempo. No estaba molesta con la abuela por su decisión, pues bien sabia y entendía que fue lo que la hizo tomar esa decisión.

La Ascensión de la EspecieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora