Capítulo 53

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Mojada

   —¡Diablos hermano! —exclamó el rubio cubriéndose la nariz haciendo mueca de asco—. Apestas a mierda.

El pecoso sostenía en sus manos el par de botas de hule que se había quitado al salir de la alcantarilla número 6387 de la ciudad.

   —No exageres —comentó en tono burlón cerrando la puerta detrás de sí—. No puede ser tan malo —llevó sus manos al broche de la máscara de gas que usaba para poder retirarla. Inevitablemente le dio una arcada por el asco—. Carajo, necesito una ducha urgentemente —afirmó la acusación del rubio y subió a toda prisa la escalera.

   —¡Haznos el favor de quemar ese traje! —le gritó al Fénix Rojo mientras luchaba por contener las lágrimas de sus ojos por el fuerte olor de su compañero.

Nada fuera de lo normal, cualquier persona sentiría los ojos arder al estar en presencia de alguien que ha caminado desde la costa hasta la esquina de su calle a través del drenaje municipal con aguas residuales cubriéndole hasta las rodillas.

   —¡Cuenta con ello!

Al otro lado de la ciudad, en la alcantarilla 0057, una silueta femenina esperaba pacientemente el transcurso del tiempo para salir a la hora que se le había indicado. El atuendo de hule que usaba le ayudaba a que la mierda del agua al interior del alcantarillado no entrara en contacto directo con su piel. Cuando el temporizador sonó, empujó fuertemente la pesada tapa y salió del drenaje, cuál Giselle en Encantada, solo que en lugar de acompañarla una dulce ardilla, una enorme rata salió junto a ella en busca de su libertad.

«Carajo...» pensó asqueada.

Hábilmente volvió a colocar la tapa en su lugar y avanzó al callejón oscuro donde había aparcada una van abandonada. Antes de siquiera pensar en abrir la parte trasera del vehículo, empezó a quitarse el traje con sumo cuidado de que nada tocara la ropa que usaba. Lo enrolló, lo metió en una bolsa junto con las botas de hule y los botó en el cubo de basura metálico que habían comprado y manipulado con guantes en todo momento. Abrió la puerta trasera de la van, se quitó la máscara de gas y empezó a desnudarse para colocarse un vestido barato de color rojo llamativo, con escote profundo hasta el abdomen y unas aberturas a los costados que no dejaban nada a la imaginación ya que no estaba usando ropa interior. Se roció medio frasco de perfume para eliminar todo rastro de drenaje, se maquilló exageradamente y despeinó su melena. Finalmente, se colocó los altos tacones de plataforma color negro y salió de la camioneta sin pertenencias, más que con un poco de efectivo escondido en el tacón de uno de sus zapatos. Arrojó el resto de artículos que había usado en la misión al bote metálico, agregó un poco de alcohol etílico y, sin perder más tiempo, le prendió fuego a todo rastro de evidencia. Con cautela, emprendió hacia su destino final, dónde pasarían a recogerla.

Después de haber caminado durante cinco minutos, logró divisar la famosa manzana. Un poco incomoda por el papel que le había tocado secundar y por las miradas de envidia y lujuria que sentía cada vez que se adentraba más al lugar, finalmente llegó a la esquina donde esperaría. Recargó su espalda contra la fachada del local, se cruzó de brazos y apoyó uno de sus tacones en la pared. Posición en la que estaría mínimo media hora.

   —Oye, tú —le habló una mujer rubia de grandes implantes—. Nunca te había visto por aquí —exclamó sin dejar de masticar su goma de mascar con la boca abierta.

   —Si, bueno, ya sabes, los tiempos se vuelven cada vez más difíciles —le respondió agotada, había tenido mucha acción hace menos de una hora que no se habia dado el tiempo de respirar—.

   —Vaya, suena como si estuvieras teniendo una muy buena noche —exclamó sin emoción alguna mientras se situaba junto a ella—. ¿Has tenido muchos clientes?

ENTRE NOSOTROS  (Law x Ace x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora