01. Aroma tentador

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Max estaba que le llevaba el diablo. Su auto se había incendiado en la curva 3, obligándolo a regresar a boxes y quedar fuera de carrera. Los únicos que podían acercársele a él, eran betas o alfas, y estos últimos con posibilidades de ser atacados verbalmente y sometidos por el hombre de rango superior.

Max Emilian no era cualquier alfa, sino uno dominante y con un humor bastante explosivo.

Fue entonces, tras el término de la carrera del gran premio de Australia que Max notó el aroma que hace bastante tiempo no percibía. Se irguió en toda su altura, intentando buscarlo.

Es el aroma. Pensó seguro.

Sintiéndose bastante feliz de que él no lo hubiese imaginado.

Sus mecánicos estaban más metidos en el problema del auto que en el cambio brusco de la actitud de Max. El neerlandés buscó entre los invitados, ¿se vería demasiado mal si se acercaba a ellos? Le daba igual.

Sin embargo, lo único que le irritaba en esos instantes eran las fragancias de los otros sujetos, cubriendo casi en su esplendor el nuevo perfume natural que se colaba. ¿Y si era alguien externo al paddock? Después de todo, el viento estaba soplando en todas direcciones.

No veía a nadie nuevo integrarse. Se paseó en su dirección, fingiendo interés en conversar con Kelly y su ánimo respecto a la carrera.

—¿Te ocurre algo? —Kelly acomodó a Penelope sobre el mueble.

—¿Eh?

—Ya veo que sí. ¿Necesitas ayuda en algo? —Kelly intenta buscar su atención para saber el porqué Max reaccionaba de ese modo.

—¿Recuerdas la vez que te mencioné un extraño aroma? El de hace años —Continuó buscando en sus alrededores.

Sí Max fuese alguna raza canina, definitivamente sería un dóberman en esos precisos instantes, elevando las orejas en toda su extensión y la nariz para olisquear y obtener el rastro de la persona que cargaba consigo aquel exquisito aroma.

—Habías dicho que tal vez lo imaginaste —La alfa se mostró aún más interesada en sus alrededores. Buscó con la mirada.

Penelope comenzó a jugar con su vestido. Dejándoles de prestar atención. Aunque ella sí había visto a la persona que se agregaba recientemente al motorhome.

—Por que jamás lo percibí tan claro como ahora —Aseveró el alfa neerlandés.

—¿Aún entre todos estas fragancias? —Piquet parece sorprendida.

Max asintió. Continuando investigando en sus alrededores con su olfato y visión.

—¿Puedo bajar? —Penelope encuesta a ambos. Kelly y Max compartieron una mirada cómplice pero cargada de dudas y culpa.

No querían ocupar a la niña de anzuelo.

—Sí, cielo.

Penelope se emocionó. Y con ayuda de Max, bajó.

La niña se paseó un momento cerca del monoplaza de Verstappen, llevándose consigo a este último por inercia y naturaleza, pues el rubio amaba a la infante con pureza e intensidad, por lo que prefería un centenar de ocasiones cuidarla que a buscar a la persona dueña de aquel ambrosía fragancia.

El viento sopló en dirección de Max, arrastrando varios aromas hacia él, llevándose entre todos esos olores el que le hizo perder la cordura por un instante. Levantó la mirada, apartándola unos instantes de la pequeña niña de cabellera sedosa y castaña, concentrándose en la gente que cruzaba delante de su garaje y se metía del otro lado. Bufó cuando vio el tránsito fluir del lado del equipo de Sergio, entorpeciendo su búsqueda.

𝐀𝐍𝐓𝐎𝐋𝐎𝐆𝐈́𝐀: 𝐜𝐡𝐞𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora