01. Son instintos que anhelan cumplir

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Sergio es un omega con aroma a frutos rojos y café. Max es un alfa dominante con olor a madera y petricor. Ambos actúan como seres racionales, indomables y justos cuando se trata de utilizar sus rangos en su beneficio, evitando dañar a la gente de su alrededor.

Sin embargo, la palabra actuar tiene varias connotaciones. Por lo que significa que no sólo se mueven así por ideales, sino también por ficciones.

Para muchos, Sergio no era un hombre que seducía con su encanto de forma intencional sino de forma natural (lo cual era cierto), también era conocido como alguien demasiado rebelde e indomable para tratarse de un casta inferior, por lo que resultaba algo admirable para muchos y para otros tantos, desagradable.

Sergio no era el típico omega que ocupaba su fragancia para seducir y doblegar bajo sus encantos a otras castas para su beneficio. Afirmaba la gente.

Cuando hablaban de Max, todos mencionaban lo admirable que era el hecho de que un joven como él, aún en su posición, llegara únicamente por mérito propio y talento sin el uso de su categoría para atemorizar o doblegar a la gente a su antojo y beneficio.

Max no era el típico alfa que utilizaba su posición para dominar y arrebatarle la oportunidad a la gente que más lo merecía para salir beneficiado. Alegaba la gente.

En cierta medida, tenían razón.
Hasta un punto, eso era verdad.

Sergio era bastante inteligente.
Max era demasiado dominante.

Y sí ellos tenían un objetivo, un sueño o una meta, obviamente se empeñarían en alcanzarla. Por las buenas; o por las malas.

Comúnmente se esforzaban en escuchar a su lado más racional, esa apariencia que les evitaba muchos problemas. Pero a veces era demasiado complicado ignorar su lado más primitivo, susceptible e irracional, su instinto que aunque les salvaba del peligro, en muchas otras ocasiones les traía bastantes conflictos.

Ninguno detestaba a su lado más primitivo, lo aceptaban pero bien comprendían que sí querían una vida tranquila y lejos de la atención de los medios de una forma más pesada, debían utilizar la razón en público.

Incluso su propio animal parecía entenderlo y aceptarlo. Pues salían beneficiados a futuro. Porque, admitámoslo, ¿quién no quisiera ser recompensado con aquello que más anhelaba, necesitaba y pensaba? Eso mismo pensaba su instinto, y lo único que alcanzaba a comprender.

Lo único que sabía su lobo era que, sí se ocultaba en público podría dormir, gruñir, comer, marcar territorio y aparearse las veces que quisiera sin ser interrumpido. Y sí recibían todo aquello, no tenían razones para molestarse.

Al menos, así fue en el pasado.
Ahora que Sergio notó en Max un alfa completamente diferente a lo conocido; y Emilian notó en Michel un omega digno de marcar, alimentar y embarazar, ninguno de los dos volvió a ser el mismo.

Por lo que recientemente su estancia en la escudería austriaca estaba tornándose bastante complicada.

La temporada apenas iba por la mitad cuando el lobo de Sergio le obligó a abandonar sutilmente su estricta dieta. Le llegaban antojos con el doble de fuerza que le hacían imposible ignorar.

Por lo que comenzó a subir de peso.

Su pecho creció un poco, en parte por el ejercicio y otro tanto por su dieta con antojos, su cintura se veía más esbelta comparada con sus caderas y glúteos, sus piernas continuaban firmes pero también siendo afectadas por el aumento de peso. De 63 kilos pasó a 67 en poco menos de un mes.

Max lo notó. Y su lobo distinguió la época en la que se encontraba el omega del otro lado del garaje.

Época de apareamiento.

𝐀𝐍𝐓𝐎𝐋𝐎𝐆𝐈́𝐀: 𝐜𝐡𝐞𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora