01. Como inicia

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Apodyopsis es un término que se refiere al acto de imaginar a una persona desnuda.

Max jamás experimentó algo similar. Aunque al principio fue sutil, con el pasar del tiempo se percató que su capacidad para visualizar a su coequipero de escudería sin prendas, era avasalladora.

Pero se mantendría así por siempre, su mente no debía porque escalar a otro lugar. Al menos eso creía el neerlandés.

Comenzó a partir del gran premio de Las Vegas. Él había bebido un par de copas, perdiendo la cuenta poco después de las dos de la madrugada esa misma noche en la que se llevó la posición 1 de la carrera.

Estaba ebrio. Y la capacidad que tuvo para imaginar a Sergio sin ropa se la adjudicó a su poca sobriedad.

Esa noche inició pensando en él, bebiendo bajo su recuerdo y reflexionando en la penalización que se llevó por el toque que tuvo con Lando. En realidad, sólo era una excusa para traerlo de regreso a su mente. Max admitía que le hubiese agradado aún más compartir el podio con Sergio, quizás, él estaría allí, compartiendo también la celebración.

Tras varias copas después, se encontraba coreando animadamente el nombre de Checo junto a la tornamesa de uno de sus grandes amigos, Martín Garrix. Después de ser movido por el DJ, lanzó un beso al aire que fue tomado como un acto enternecedor, divertido y simplista.

Max había lanzado el beso al aire, pensando en Sergio. Nadie tenía por qué saberlo.

Horas más tarde se encontró en el pasillo y de camino a su habitación a Sergio. La realidad es que estaba haciendo demasiado ruido, cayendo contra el suelo después de golpear una maceta.

Max no recuerda demasiado de la conversación que tuvo con él, pero sí el intento aletargado de Sergio por cubrir su torso con la playera blanca de algodón.

El mexicano estaba acomodando su playera a duras penas cuando salió a verle, llevaba sólo unos shorts negros y el cabello alborotado. A Max le pareció encantador.

El holandés sabe que el tapatío le acompañó hasta su habitación poco después de ayudarle a acomodar la maceta que había tirado, aguardando fuera del baño de su habitación hasta que hiciera sus necesidades y fuera a la cama.

—Parece que fue una buena fiesta.

—Pudo haber sido mejor —Max se acomodó, mofándose un poco — Pero quedaste fuera de podio y no te tocó celebrar — Se acomodó de lado con torpeza.

—Bueno, no tenía ganas de festejar.

—¿Por la penalización? —Max levantó la cabeza.

—Sí, por la penalización —Sonrió entre las suaves penumbras.

—Queda en podio la siguiente carrera. Te llevaré conmigo —Volvió a dejar caer la cabeza sobre la almohada.

—Lo intentaré.

Max sonrió, palmeó el hombro de Sergio y cerró los ojos.

—Descansa, Checo.

—Descansa, Max.

Aquella noche Max soñó con un Sergio semidesnudo, pero era algo que no recordaría al día siguiente.

Fue desde entonces, que a partir de aquel gran premio, Max no podía evitar apartar sus orbes profundos y fríos del cuerpo de Sergio, como si éste fuese un imán.

Empezó por su rostro, lo había visto tantas veces que en algún momento comenzó a grabarse cada pequeño detalle de este qué ya le era sencillo saber hasta de qué lado tenía más pecas, o que sus ojos tenían pequeñas motas verdes, o que sus belfos estaban siempre bien hidratados.

Al poco tiempo, sus zafiros comenzaron a deslizarse inevitablemente hasta su cuello. En un inicio, Max no le tomó importancia, pero de pronto se percató que ya no lograba apartar sus ojos hasta que no tuviese suficiente y recordará cada surco que había en este.

Luego fueron sus hombros. Max se avergonzó. Entonces, y un día cualquiera, se atrevió a tocarlos y masajearlos, fingiendo bastante amabilidad y diversión como para acercarse a Sergio y darle algunos cuantos apretones para ayudarle a aliviar la tensión y lograra golpear correctamente la pelota de golf. Allí percibió lo fuerte pero al mismo tiempo, delineados que estaban. Duró con una sensación de hormigueo durante una semana.

Después, Max no pudo evitar desviar su visión cada que se daba cuenta del pecho de Sergio. Se maldecía internamente por lo que le estaba sucediendo. Incluso, alguna vez intentó sutilmente rozarlos con su mano, brazo o hombro, pero cada que estaba tan cerca de hacerlo, se arrepentía y huía como si él mayor quemara.

Estuvo en pausa durante unos días, al menos hasta que Helmut Marko fue partícipe de su nueva obsesión. Habían ganado 1-2 en el Gran Premio, estaban felices todos a pesar de los rumores, debilidades y controversias del equipo, fue entonces que el hombre mayor y prácticamente, representante de él, empujó a Sergio en su dirección, lanzándolo casi a sus brazos. Verstappen alcanzó a sostenerlo, apretándolo contra su cuerpo y sintiendo no solamente su pecho, sino también su esbelta cintura entre sus manos. Su corazón se desbocó al sentirlo tan cerca.

Max creía que de no ser por Marko, él hubiese olvidado el cuerpo de Sergio.

Después, fueron sus piernas. Había visto algunos cuantos videos viejos en Instagram que Red Bull se había encargado de subir, estaba tan absorto en verlos que sin darse cuenta, había repetido tres ocasiones el reel en donde Sergio corría detrás de él y en dirección del auto de juguete. Fue una mala idea entrar a los comentarios. Pues de no haberlos leído, no se habría enfocado ni enterado de la linda y divertida forma de correr de Pérez. Y mucho menos, estaría aprovechando cada publicación de la escudería para mirar las extremidades inferiores de su colega.

Como último, fueron sus glúteos. Esta vez fue él el quién se quedó absorto en su figura después de que Sergio se diera la vuelta y hablara con Horner durante un rato dentro del Motorhome de Red Bull.

Max se sentía un acosador, y en su defensa contra sí mismo, se repetía incontables de veces que sí Sergio no estuviese moviendo su cadera de un lado a otro (en su intento por no cansarse y menguando su ansiedad por la práctica), él estaría más atento a lo que le decía Giampero. No se enfocaría en las suaves pero notables curvas que se le hacían aún con el traje centrífugo.

Verstappen se mordió la lengua. Regresando su atención a Lambiase.

A partir de aquel momento, todo se fue en picada para Max.

𝐀𝐍𝐓𝐎𝐋𝐎𝐆𝐈́𝐀: 𝐜𝐡𝐞𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora