01. Mascara

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Eran dos hombres lastimados contra todo su mundo.

Sus historias las conocemos casi de memoria. Observamos parte de sus días y descubrimos que a pesar de las muecas alegres; o enfocadas; o severas, sus corazones están quebrados y a una fisura, para despedazarse por completo dejando los trozos de su corazón esparcidos por el suelo.

El mundo no hacía más que lanzar armas contra sus mentes y almas, convenciéndolos en que las tomasen y se flagelaran sin miramientos. Por ello, tras observar su reflejo, decidieron cubrirse con un velo que evitara dejar al descubierto su triste situación.

Máscaras de ira.
Antifaces de alegría.

Anduvieron durante años con estos, logrando incluso acoplarse y creer que ese era su rostro real, al menos, hasta que se toparon por segunda vez y sin oportunidad a la distancia. Red Bull Racing firmó a Sergio, volviéndolo el compañero de Max: haciéndolos dupla.

Con el tiempo y tras cada convivencia, con continuas conversaciones y fugaces miradas llenas de sentimientos reales, naturalmente comenzaron a encomendar su cuerpo al otro.

Sí Max corría en una dirección, Sergio iría tras él: Alguien del paddock se acercaba a Pérez, Verstappen fungiría como protector: Emilian estaba malhumorado, Michel se encargaría de apaciguarlo.

Y sí Max tenía ganas de hablar entonces Sergio ocuparía el papel de oyente.

¿Necesitaban de alguien? El otro estaba allí para dar compañía. Al menos, hasta que a Max no se le olvidara lo que significaba la palabra humano.

Cuando el tiempo se acababa, Emilian dejaba de ser alguien amable y soportable, trasformándose en un ser dañino y desgarrador.

Y el ser su amigo resultaba doloroso. Aún así, Sergio lograba regresar la sensibilidad de Max a su lugar, tras un chiste, una conversación o un par de largos minutos, pero siempre lo lograba.

Conseguía reparar algo que él no había roto y que a su vez, le costaba parte de su estabilidad.

—Es natural —Picó de su alimento.

Lambiase evitó fruncir el ceño.

—¿No se estaban llevando bien últimamente? ¿Por qué no hablas con él? —Le cuestionó su ingeniero, ganándose una mirada peculiar por parte de Verstappen.

—Somos adultos. Todos tenemos conflictos y es lo suficientemente maduro como para resolver sus asuntos —Dialogó en un tono cautelosamente autoritario y casi en su totalidad, simple.

Max le restó importancia.

—Los adultos tenemos problemas que necesitan ser escuchados —Argumentó — Él está allí para ti.

Max volvió a mirarle, frunciendo el ceño.

—Entiendo que alguna vez fuiste el ingeniero de Checo, pero no necesitas fingir conmigo —Alegó contra la preocupación de Giampero.

—Discúlpame Max, pero no aparento mi preocupación. Mi intranquilidad es honesta —Declaró tajante. No perdiendo la calma ante la inconsciencia de Emilian — Su estado no es habitual de él — Aseveró.

Max entornó los ojos, dejando caer uno de los cubiertos sobre su plato. Creando un tintineo.

—No soy psicólogo, soy piloto. Tú y yo somos adultos, al igual que Checo —Contestó, ya fastidiado — Está presionado por el equipo como los 19 pilotos de la parrilla — Ironizó — Deberías restarle importancia y sí Pérez se encuentra tan de mal humor por su trabajo y rutina, también debería hacer lo mismo. Quitarle peso al asunto — Instó más calmo y menos irritado, mostrándose poco trastocado por la condición de su colega.

Giampero no pronunció otra palabra respecto al tema, mucho menos hizo algún ademán u expresión con tal de no escuchar durante más tiempo al más joven, incrédulo de la insensatez y ingratitud del holandés con el mexicano.

El ingeniero no pedía que Emilian se mostrara sacudido o desasosegado, aunque aguardaba una reacción del piloto que evidenciara sutilmente el vínculo que, aseguraba, mantenía con Pérez delante y detrás de cámaras.

Lambiase era escéptico de que Emilian fuese tan buen actor como conductor, pues había presenciado un sinfín de veces aquellas escenas en las que protagonizaba la dupla de Red Bull: el brillo de las miradas compartidas, las largas conversaciones, las risas y las bromas, las comidas y los roces casuales eran todo menos una excelente actuación.

Ese brillo no podía ser sólo producto de las luces del lugar: esas largas conversaciones no eran diálogos programados y practicados; las bromas, a pesar de haber sido repetidas en el pasado y con otras personas, no resultaban en la misma y esperada reacción y grado de diversión; esas risas no eran sólo un sonido nacido de la cabeza y sin un ápice de emoción honesta; esas comidas no eran simples reuniones entre conocidos obligados a compartir tiempo; y esos casuales roces entre sus dedos, manos, brazos, hombros, piernas y pies no eran sólo choques accidentales o planeados para capturar la atención de la gente y la del otro. Era imposible que todo aquello que los hacía verse naturalmente atraídos el uno al otro, como moléculas destinadas a aproximarse, fuese diseñado para llevarse a cabo con esa fuerza e intensidad.

Se negó a creer que Max no sentía algo sincero por Sergio. Aún así, Lambiase no tuvo el estómago para poder concluir con su desayuno y Verstappen decidió fingir no notarlo.

𝐀𝐍𝐓𝐎𝐋𝐎𝐆𝐈́𝐀: 𝐜𝐡𝐞𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora