Capitulo 8

36 4 0
                                    

Sam.

Soy una pésima enfermera.

Me dormí mientras estaba al cuidado de Gavin. Caí rendida tras pasar diez horas seguidas escribiendo, únicamente me levantaba al baño y regresaba... Cuando desperté eran las cinco de la mañana.

Hace un rato llamé a Daniela para que me traiga un café y algún pan delicioso de la panadería más cercana.

Llevo una hora despierta y me preocupa la salud de Gavin. La fiebre continua, estuvo alucinando a mitad de la noche. Preocupada por mi paciente, llamo a mamá.

Responde al quinto timbre.

—¿Cielo? ¿Todo bien? —me recibe con una voz baja y suave.

—Hola, mamá. No mucho... Aún tiene fiebre.

—Vale. ¿Le tomaste la temperatura?

—Si. 38,2°.

—¡Dios mío! —exclama en un susurro—. Bueno, cuando eras niña yo te ponía rodajas de cebolla en las plantas de tus pies. Eso te ayudaba. Sin embargo con un chico de tu edad... un baño. Que el agua no sea fría o el pobre podría empeorar.

—Vale, mamá. Gracias.

—Aguarda un segundo. Sam, son las seis de la mañana. ¿Qué haces con tu...? ¡¿Acaso tienes novio?!

—¿Quién tiene novio? —escucho la voz de mi padre de fondo.

Un gemido suena en la habitación.

Gavin.

Me giro hacia él, que se remueve frunciendo el ceño.

—Mamá, tengo que colgar.

Corto la llamada y dejo el teléfono a un lado. Me acerco a Gavin y es imposible no notar su frente sudorosa, algunos cabellos pegados.

Debe ir a un doctor.

Me inclino hacia él y aparto el cabello de su frente.

—Gavin —susurro—. Gav, debes levantarte. Ardes en fiebre.

Abre los ojos despacio. Y cuando sus ojos se posan en mí, sonríe.

—Que bonita eres —murmura.

—Gav...

—Muy bonita.

Muerdo mi labio, conteniendo una risita.

La mirada que me da Gavin es de un perrito esperando a que le den su juguete. Sus ojos brillan a pesar de lo indispuesto que se encuentra.

Me inclino hacia él, deslizo mis brazos por debajo de sus hombros y lo levanto. Pesa demasiado, pero gracias a mi entrenamiento en el gimnasio, logro sentarlo.

Se agarra la cabeza poniendo una mueca de dolor.

—Gavin, necesitas ir al doctor —le digo en voz baja—. No puedo hacer más por ti. Mis dotes de enfermera llegan hasta aquí. Necesitas ir... ¡Ah!

Me aprieta en sus brazos y se echa hacia atrás conmigo sobre él. Se ríe, abrazándome. Intento salir de su agarre pero él aprieta más.

—Gav...

—¡Shh! No hay que molestar a los enfermos.

—No seas tonto —me rio—. Tienes fiebre y no sé si una ducha tibia sea la mejor solución.

Levanta una ceja al mismo tiempo en que la comisura derecha de sus labios también.

Oh no.

Meneo la cabeza sintiendo mis mejillas arder.

Dame tu mano [Serie Dámelo #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora