Capítulo 14

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Sam.

Sigo quejándome por el ardor en mis ojos. Malditos policías.

Escucho el quejido de mi hermana muy cerca.

¿Quién diría que nuestro plan de ir a la plaza para exigir derechos y justicia por la mujer transgénero que fue encontrada muerta terminaría con gran parte de las personas, mi hermana y yo incluidas en medio de una plaza llena de gas lacrimógeno?

No se supone que así iba a ser mi domingo. Agradezco que mañana es día festivo y podré quedarme en casa para recuperarme más.

Papá le baja volumen al televisor y yo abro un ojo.

—¿Qué pasa?

—Tu hermana se queja mucho y me preocupa —murmura.

Volteo a ver a Jennifer que trae un paño sobre los ojos cerrados y un balde junto al sofá para las náuseas.

Recuerdo cuando empezaron a lanzar los gases, Jen me cubrió, impidiendo que el gas me hiciera daño, a cambio de exponerse ella aún más al maldito gas.

¡Solo estábamos exigiendo justicia, no hacíamos nada malo! Pero al parecer, para ellos las personas queer, negras y específicamente las mujeres no tenemos derecho ni voz para exigir. Estamos en el siglo XXI, lástima que aún haya personas que se creen superiores a otros.

Jen se encoge de dolor mientras se rodea el abdomen con ambos brazos.

—Papá, no quiero que le pase nada malo —susurro con la voz quebrada—. Llévala al hospital.

Papá se gira hacia Jen y la observa por un par de minutos mientras acaricia la espalda dándome calma. Por fin se levanta y busca a mi madre en la cocina.

Apenada por su estado, me acerco a Jen despacio.

—¿No me odias?

Se quita el trapo y abre los ojos que siguen irritados.

—¿Qué?

—Tú... —hago una pausa con voz débil—. ¿Tú no me odias?

Frunce el ceño.

—¿Cómo...? ¿Por qué...? —No termina la pregunta, pero me mira como si tuviera cuernos y tres ojos. Pone mala cara y gira hacía otro lado como si lo que dije fuese lo mas absurdo que ha escuchado en la vida.

Cuento los segundos que pasan, cada segundo dos latidos míos. La culpa me ahueca más el pecho. Pasa un minuto completo hasta que por fin me mira.

—¿Por qué te odiaría? No digas esas tonterías, Lali. —Menea la cabeza como si sintiera repulsión de tan solo pensarlo—. ¿Me siento como una lechuga pisoteada por un camión? Por supuesto. ¿Te odio por sentirme como una lechuga? No. Te salvé porque eres mi hermanita y te amo.

Mis ojos arden por las lágrimas, parpadeo rápido para que desaparezcan. Ya tengo suficiente con el ardor por lo de ayer. Me acerco a Jen y la envuelvo en mis brazos.

Que mi ruda hermana exprese en voz alta su amor, es algo que en definitiva me haría lagrimear.

🌷

Después de estar todo el fin de semana con mi familia, vuelvo al apartamento para pasar este lunes festivo organizando el librero que me compró papá ayer y que también me ayudó a instalar, porque el taladro y yo somos enemigos.

Mientras veo un documental de asesinos en serie, saco los libros de las cajas que están por géneros.

Me traje a Salem para ver cómo se comporta en el apartamento, de momento se divierte saltando dentro y fuera de las cajas vacías. Sigo pensando en que es mejor que él esté con mis papás, ya se ha acostumbrado a ellos, a la casa y a mi hermana. Lo que menos quiero es desestabilizarlo.

Dame tu mano [Serie Dámelo #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora