Capítulo 11

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Sam.

Una cita.

No estoy nerviosa, para nada.

Me detengo frente a la cama a observar toda mi ropa esparcida sobre ella. ¿Qué debería usar? ¿Alguna falda corta, o quizás un vestido? Podría usar unos blue jeans.

Miércoles.

Rebusco entre la ropa por lo que parece ser una eternidad hasta que por fin logro encontrar algo que me anime a usar hoy. Y luego de revisar el clima que hará en la noche, en mi teléfono, separo lo que pondré hoy del montón.

Me visto y me arreglo el cabello cantando y bailando. Sin poder controlar las mariposas que revolotean en mi estómago.

🌷

Gav: Estoy abajo.

Suelto el teléfono que cae rebotando sobre el colchón, sintiendo mi corazón a punto de salirse de mi caja torácica.

Con un suspiro, tomo mis cosas y bajo, no sin antes pasar por el espejo un par de veces y modelar para ver que tal voy.

Me gusta.

Bajo las escaleras con las piernas temblando.

Jesús.

Es la primera cita que tendré luego de mucho tiempo y honestamente, no quiero arruinar nada.

«Yo puedo».

Abro la puerta del edificio. Un jadeo se me escapa y no puedo evitar sonrojarme. Me arden las mejillas y así, sin más me deleito con el hombre que está apoyado en un Dodge Charger 1970.

—Madre de dios —suspiro bajando los escalones sin quitarle los ojos de encima.

¿Cómo podría? Luce demasiado bien.

Su cabello húmedo peinado hacia atrás, el viento le ha tirado unos mechones en la cara y lo veo acomodarse. Lleva una chaqueta de cuerina negra al estilo Formula 1, con parches de colores azules y amarillos, unos jeans oscuros con bota recta y una camiseta blanca con dos palabras en color negro: Sex symbol.

—Bonita camiseta.—Me detengo, mirándolo con una sonrisa en mis labios.

Baja la mirada de mi rostro por primera vez hacia su camiseta y cuando lee, chaquea la lengua.

—En mi defensa, no leí el texto cuando me la puse.

Pongo una mueca.

—Y yo que creía que me lanzabas alguna indirecta —digo con falsa decepción.

Levanta una ceja con picardía y en eso, sus ojos recorren mi cuerpo desde mis zapatos hasta mi peinado. Me pone inquieta sus miradas, son como una avalancha para mi timidez.

—¿Película primero o quieres cenar? —pregunta mirándome fijamente.

—No lo sé…

—Tú decides.

Lo pienso por unos segundos. La película vendría bien, no creo que pueda comer en este momento con estos nervios que me cargo.

—Película.

Asiente, pensativo. Abre la boca listo para decir algo, pero la cierra. Menea la cabeza. Hace una señal para que rodee el carro y me abre la puerta. Entro y mientras me deleito con lo bien que huele aquí adentro, lo observo rodear el auto.

—Tú escoges la película, por cierto —dice luego de encender el motor.

El rugido delicioso —como mi hermano suele llamarle— hace que piense en él. Dios. Estar en un auto así clásico y legendario sería todo un sueño para Mateo.

Dame tu mano [Serie Dámelo #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora