Capítulo XI

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La joven regresó a su morada después del evento en la mansión Malfoy, y se recluyó en su aposento mientras sus padres permanecían en el salón principal debatiendo sobre los acontecimientos en el encuentro con los seguidores de las tinieblas.Su mente no podía evitar volver una y otra vez sobre lo sucedido. ¿Había sido real? Aunque era una soñadora innata y anhelante de poder, ni en sus más profundos anhelos habría concebido todo lo que había presenciado.

Reclinada en su lecho, rememoraba la sensación de aquellos dedos alargados aferrando su cabeza mientras su boca realizaba su singular labor. Su propia mano se deslizaba por su figura, aún impregnada y perceptiblemente húmeda bajo la tela de su vestimenta. Evocaba los ojos carmesíes, fijos en ella con ardiente deseo, sintiendo cómo su esencia mágica parecía encenderse cada vez que los recordaba. Su índice y anular, curiosos apartaron su ropaje interior, ingresando lentamente en su cavidad.

Buscando una posición más cómoda, terminó por quitarse toda su vestidura, mandado al diablo todo su arduo trabajo de semanas. Allí, abierta de piernas de par en par se imaginaba estar de nuevo al merced del Señor Oscuro, casi juraba distinguir los ojos de este en su ventanal ¿Era ya tanta su locura por volver a ser tomada?

Sin poder evitarlo, se fundió en sus más profundos deseos, imaginando que aquellos orbes de verdad la estaban observando por su ventanal... Oh, si supiera.

Los días transcurrían lentamente y con tortuosa parsimonia para la joven, quien se veía inmersa en una vorágine de actividades en un intento por aplacar su inquietud. Realizaba frecuentes viajes al Callejón Diagon con sus escasas amistades, dedicaba horas a releer libros en la soledad de su mansión y sostenía conversaciones con sus padres en busca de un esposo adecuado. ¡Todo lo había intentado! Sin embargo, la humedad persistente en sus piernas parecía intensificarse día tras día, aguijoneando su deseo sin cesar.

Sus silenciosas súplicas encontraron respuesta un mes después, cuando su familia recibió una nueva invitación a una cena formal en la residencia de los Malfoy. Nuevamente, se vio obligada a emprender la búsqueda de un vestido acorde para la ocasión. En este lapso, había recibido al menos dos propuestas de matrimonio, provenientes en secreto de mortífagos, y debía iniciar el cortejo con ellos para determinar quién sería el más adecuado para tomar su mano.

Aunque en su interior anhelaba reencontrarse con su Señor, era consciente de la naturaleza efímera de los encuentros pasionales. Sí tenía conocimiento de los hombres (y Merlín daba fé que los conocía a fondo), sabía que ella sería sólo el objeto de placer de unas pocas horas ardientes.

Una vez más, se encontraba en aquel lugar que parecía resonar con la familiaridad de cada pájaro real que había paseado por los exquisitos jardines que Narcissa tanto alardeaba. Un elfo de distinguido porte se acercó para recoger los abrigos, permitiendo que la joven luciera con orgullo su vestido negro, una elección elegante y recatada para la ocasión, aunque no exenta de resaltar las curvas que la adolescencia había resurgido con esplendor. Decidió, con cierta audacia, añadir un toque de escote para realzar su presencia en el cortejo que se avecinaba.

Sus acciones no pasaron desapercibidas, atrayendo miradas tanto admirativas como desaprobadoras de los presentes, especialmente de algunos hombres de edad madura acompañados de sus esposas.

Al encontrarse con sus dos pretendientes, se llevó una sorpresa al reconocer en uno de ellos al propio Draco, cuya presencia allí evidenciaba cierta incomodidad, aunque su cortesía habitual se mantuvo intacta durante el tiempo que compartieron para conocerse mejor.

Descubrió por parte de él mismo que también estaba dedicando sus atenciones a Daphne Greengrass, una estudiante de su misma casa pero de niveles académicos inferiores, cuyo curso específico no recordaba en ese momento.

The Curse [Lord Voldemort y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora