Cápitulo VIII

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Tres días

Tres días había estado encerrada en su habitación con su cuerpo ardiendo como el maldito infierno.

Sus padres le habían proporcionado comida y agua por medio de sus elfos domésticos. Sabiendo cómo era todo este tema, le dejaron su espacio sin involucrarse.

Al cuarto día se sintió con la suficiente fuerza para salir del pequeño nido que era su cama e ir a darse un baño de reparación. Aquellos pasos en su acolchada alfombra se sintieron pesados y demasiados largos para su cansado cuerpo.

Se tomó todo el tiempo del mundo. Limpió y cuido bien con sus productos de cuidado corporal, dándose todos los gustos en aquel preciado momento.

No sentía prisa, sabía que al salir de la calidez de su habitación nada ni nadie la interrogarían. Ambos progenitores sabían de las necesidades de su cuerpo y entendían de sobre manera que todo lo que dijeran no le causaría ningún dolor ni pena.

Salió de su bañera, secó su cuerpo el cual ya gozaba de más energía, se puso un sencillo conjunto de ropa interior y por encima un suave vestido que no le irritara la ya sensible piel.

Ya bañada y cambiada, salió de su habitación en dirección hacia el comedor, moría de hambre. Su dieta estos últimos días trataba única y exclusivamente de comida fácil de digerir, ya que no se permitía el tiempo para sentarse y comer como una persona normal.

Ella no era normal, se debía que recordar constantemente

Sus padres la esperaban en su mesa familiar en el comedor que utilizaban seguidamente cuando no había visitantes. "Algún elfo debe haberles avisado" pasó por su mente.

Ambos estaban con expresión tranquila, la comida estaba lista para servir por el olor que había en el ambiente.

Al pasar por el marco de la puerta, ambos progenitores la miraron y le dedicaron una corta pero reconfortante sonrisa. Sin decir palabra alguna se sentó y poco tiempo después la comida aparecía sobre sus platos tal y como ocurría en Hogwarts.

El silencio era para ella, sobre todo, acogedor. Solo se oían los sonidos de los cubiertos chocar contra la vajilla. A veces desearía poder sentir algo, ya sea cariño o aprecio por sus padres ya que le gustaría agradecerles por lo que hacían, pero sinceramente, no sentía esa necesidad.

Cuando todos habían saciado su apetito, el momento del té había llegado. Sus padres tomaron ese espacio para comentarles los últimos sucesos del mundo mágico que ocurrieron en su estado de "no disponibilidad"

El profeta hablaba seguidamente de la muerte de Cedric Diggory y de cómo tachaban tanto a Potter como a Dumbledore de locos por la vuelta del Señor Tenebroso.

Escuchar el nombre de su Señor la hacía temblar. Se sentía muchísimo más tranquila que los primeros días, pero su cuerpo aún reaccionaba instintivamente ante su llamado.

El silencio gobernó la mesa por unos segundos, ella dirigió la mirada hacia sus padres. Ambos la miraban con una leve sonrisa mientras que su padre le extendía una carta por encima de esta.

Sin siquiera pestañear, tomó aquella carta que tenía tan contentos a sus padres. Se imaginó que sería algo bueno, tal vez algún pretendiente para ella.

La leyó meticulosamente, aquella carta en sus manos era la entrada a las filas del Señor Tenebroso.

Él mismo, les había escrito la carta invitándolos a sus filas.

Pasó su lengua por ambos labios, no se había dado cuenta que estos estaban resecos hasta que lo hizo.

¿Cuántas posibilidades daba esa invitación?

The Curse [Lord Voldemort y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora