Capítulo XIII

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El día comenzó con la emoción palpable en el aire, como si cada partícula de la estación de King's Cross estuviera impregnada de la magia y el misterio que rodeaba a la plataforma 9 y 3/4. La joven Selwyn caminaba con paso seguro, escoltada por las miradas respetuosas que la seguían desde que puso un pie en el andén. Incluso los más veteranos entre los magos y brujas de cursos superiores parecían reconocer en ella algo más que una simple estudiante de Hogwarts.

Antes de embarcar en el tren hacia la escuela de magia, la joven Selwyn se despidió de sus padres con un abrazo breve cargado de significado. Estos, con rostros orgullosos pero también sombríos, le recordaron su legado familiar y la responsabilidad que recaía sobre sus hombros. Los señores Malfoy, presentes en la estación, intercambiaron miradas significativas con la muchacha, como si compartieran secretos que solo los iniciados podían comprender.

Una vez instalados en el compartimiento del tren, la joven acompañó a Draco Malfoy a un espacio donde la discreción era la moneda corriente de las conversaciones. Allí, entre susurros que apenas rozaban el aire, se adentraron en un diálogo cargado de matices y tensiones latentes, centrado en los recuerdos aún frescos de la última cena en compañía de los mortífagos. En el semblante impasible del másculo, se vislumbraba una sombra de preocupación, aunque su habilidad para ocultar sus emociones tras una máscara de indiferencia no dejaba escapar pistas sobre sus verdaderos sentimientos. Las palabras que intercambiaban, como piezas en un juego de ajedrez, estaban imbuidas de un significado que solo los iniciados podían descifrar, conscientes de que cada frase era un arma potencialmente letal en un entorno donde la traición acechaba en cualquier esquina, como un depredador al acecho de su presa más valiosa.

—Las cosas están cambiando rápidamente —murmuró Draco, sus ojos grises fijos en un punto indefinido fuera de la ventanilla—. Los mortífagos están inquietos, y la presión sobre nosotros aumenta.

La joven Selwyn asintió con solemnidad, su expresión sería reflejando la gravedad de la situación.

—Debemos mantenernos alerta y unidos —respondió ella, con una determinación que no admitía vacilaciones—. Nuestro poder radica en nuestra capacidad para anticiparnos a los movimientos del enemigo y actuar con astucia.

La conversación se desvió sobre estrategias y posibles alianzas, cada palabra medida y cargada de significado en un juego donde las apuestas eran altas y las consecuencias, aún más. Ambos se encontraban sentados en el mismo asiento, mientras charlaban nuevamente notó como el másculo dirigió su grisácea mirada hacia su escote y, sin perder el tiempo, rodeó el brazo del contrario pegando sus pechos a este.

Aunque  Draco Malfoy había demostrado una madurez inusual para su edad debido a las experiencias y desafíos que enfrentaba diariamente en su vida, no podía obviarse el hecho de que seguía siendo un joven de quince años, con todas las complejidades emocionales y las fluctuaciones propias de esa etapa de transición. La mirada que usualmente el Señor Tenebroso le dirigía, impregnada de respeto y deseo, contrastaba de manera notable con la expresión que ahora adornaba el rostro del rubio, quien parecía ligeramente nervioso a pesar de sus esfuerzos por ocultar dicha emoción bajo una máscara de control y serenidad aparente. Su juventud, aunque matizada por la seriedad y la determinación, se hacía palpable en esos momentos de vulnerabilidad, recordándole a él mismo y a quienes lo rodeaban que, detrás de la fachada de poder y ambición, seguía latiendo el corazón de un adolescente en busca de su lugar en un mundo marcado por la oscuridad y las intrigas.

Mientras sus oídos captaron el sutil sonido del trago de saliva de Draco, la joven Selwyn notó con agudeza que, en lugar de distanciarse del cuerpo femenino que lo envolvía, el rubio inclinó gradualmente su rostro hacia él de ella hasta alcanzar un punto de proximidad íntima, donde las inhalaciones y exhalaciones se entrelazaban en una armonía única y compartida. En ese momento de cercanía, la percepción de la nerviosidad y la vacilación en el siguiente movimiento se volvió clara, contrastando con la determinación y valentía de la muchacha, quien, decidida a tomar el liderazgo, unió con determinación y delicadeza sus labios en un beso que no solo era hambriento en su naturaleza sino también una manifestación de un deseo ardiente por explorar y conectar a un nivel más profundo con el otro ser.

Sintiendo la rigidez del cuerpo del másculo contra su propio pecho, la fémina percibió con agudeza la firmeza de sus manos masculinas al tomar posesión de su cintura, ejerciendo una suave presión que la llevó a sentarse con delicadeza sobre su regazo. Este gesto, más allá de ser un simple movimiento físico, simbolizaba la intensificación del deseo de ambos por una cercanía íntima y profunda. A pesar del contexto de oscuridad que los rodeaba, una sonrisa se formó en los labios de la joven en medio del beso, una que expresaba complicidad y aceptación de la voluntad del otro, cumpliendo así el anhelo de Draco de tener una mayor proximidad y conexión física entre ellos, una que trascendía las palabras y se manifestaba en gestos y sensaciones que hablaban de un deseo compartido y un entendimiento mutuo.

Envolviendo con suavidad suavemente su cuerpo con los brazos, Selwyn rodeó el cuello del varón con fuerza, fusionando sus figuras en un abrazo íntimo que trascendía lo físico para adentrarse en la esfera de las emociones y los deseos compartidos. En medio de esta proximidad intensa, permitió que las manos del rubio, aún inexpertas en las artes de la sensualidad, exploraran con curiosidad y torpeza los contornos de su figura femenina. Este encuentro, marcado por la dualidad de la experiencia y la inexperiencia, abrió un nuevo mundo para la joven, quien, a pesar de su conocimiento previo sobre el deseo masculino hacia ella, nunca había estado en compañía de alguien que careciera de destreza en los caminos del placer y la intimidad.

En un intento por incitar al varón a asumir un mayor control y dominio sobre ella, la fémina emitió un suave gemido que resonó contra los labios de su acompañante, percibiendo con agudeza cómo cierta parte de su anatomía masculina respondía gradualmente al roce íntimo entre sus cuerpos. Sin embargo, el momento de conexión y excitación mutua se vio abruptamente interrumpido por la llegada de ruidos provenientes del exterior del compartimento, señales que alertaron a ambos de una posible intrusión en su privacidad.

The Curse [Lord Voldemort y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora