XIII

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Londres
1706
Gabriella

Es un dolor sordo.

Las lágrimas se escurren por mis mejillas mientras me retuerzo en las sábanas.

—¿Qué sucede? ¿Por qué? —lo escucho preguntar y lo noto moverse.

Envuelve mi cuerpo en una de las sábanas y toca con insistencia la campana. Regresa a mi lado y yo solo anhelo que mi tormento acabe de una vez.

Es demasiado dolor en el vientre. Percibo murmullos en la habitación pero yo solo me enfoco en hacerme un ovillo sobre la cama, me enfoco en lo que sucede y es que acabo de perder al bebé.

Lloro desconsoladamente.

Una mano tibia se posa sobre mi hombro y me sobresalto, con los ojos ardiendo y las mejillas mojadas le miro.

—Traje al doctor —dice el príncipe y mi cuerpo se pone a la defensiva.

Comienzo a negar frenéticamente al oírle decir eso.

—No, no.

Es lo único que digo porque justo lo veo ante mí.

—Necesito privacidad —afirma con su voz locuaz.

—No os dejaré solos, es mi prometida y algo le sucede. Es una joven virgen... —demanda Jairus y en su voz no hay duda de sus palabras.

Siento el líquido salado seguir rodando por mis mejillas pero ahogo los lamentos.

Tengo que pensar en algo.

Ya no hay marcha atrás.

Estoy envuelta en un escándalo y si se enteran que estoy sufriendo un aborto, creo que terminaré como Jaclyn.

Ella no se casó en vano.

—Tengo que examinarla, ver la raíz del problema —explica el hombre mayor con calma.

Yo solo siento mi cuerpo rajarse en pedazos cada que respiro, es algo insoportable.

—Adelante, pero no me moveré de aquí —zanja el príncipe.

—Solo es... —Ahogo de pronto un gemido de dolor—, mi periodo.

El doctor lleva la mirada hacia la mancha entre las sábanas.

—Es demasiado sangrado...

—Mis días son así —intento parecer segura.

Las lágrimas ruedan mejillas abajo en lo que el médico evalúa mi observación.

—Bien señorita... —Se raspa la garganta al decir tal palabra—. Mandaré a preparar un brebaje para aliviar los cólicos. Alteza... —Hace una leve reverencia a Jairus y tras eso se marcha cerrando la puerta tras si.

Cierro mis ojos por inercia casi suspirando. Mis piernas sufren de calambres fuertes, es algo apocalíptico.

—¿Realmente es solo el periodo? —pregunta Jairus con duda.

No le miro, solo asiento.

—Lo siento mucho, yo...

—Shh, calla y descansa. Traeré el brebaje para el dolor —tras decir eso se marcha.

Rompo a llorar con ganas.

Me aferro con fuerza a unas almohadas y me lamento.

Jamás podré conocer a esa criatura. Jamás podré saber cómo sería su rostro, sus manitas, su carita, no podré tenerla en mis manos.

Lloro.

Ya me había adaptado a la idea de ser madre. Me había planteado todo y ya esa criatura formándose dentro de mí, tenía un espacio en mi corazón. Espacio que acaba de desocuparse de forma dolorosa.

Su elegida por limitar Lo Prohibido IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora