XXIII

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Gales
Gabriella
1706


Siento mi cuerpo pesado y como mis ojos van absorbiendo claridad poco a poco, el ardor en ellos llega al instante como si no hubiese dormido mucho.

Mi mente recrea los últimos escenarios que viví y en instantes me enderezo en la cama, veo a Jairus sentado en una butaca a mi lado, está con los ojos cerrados denotando que está dormido.

Su rostro está sin muestra de expresión, luce sumamente relajado. Bajo la mirada a su traje que aún sigue salpicado por la sangre.

Paso saliva percibiendo mi sistema nervioso inquietarse en segundos. Y cómo si él me sintiera, lo noto abrir los ojos enfocándome mientras bosteza.

Es demasiado atractivo para mi campo visual. Su cabello está totalmente alborotado y su rostro aún magullado, aún así luce hermoso.

—¿Cómo te sientes? —pregunta preocupado.

Ve que no respondo nada y se pone de pie hasta sentarse a mi lado en la cama. Sus manos van a las mías y percibo una calidez suave impregnarme los sentidos.

Es como si con un solo roce de su cuerpo mi mente olvide por completo todo, como si se sometiera a un estado de anonadación.

—¿Gabriella? —me llama en tono bajo.

El mal humor, los gritos y las histerias de ayer parecen haber mermado en él.

¿Qué habrá cambiado?

Los toques en la puerta nos alertan a ambos. El príncipe suelta mi mano para dirigirse allí. Y es cuando noto que mi camisón está roto y solo cubre escasamente mis pechos.

Mi mente recrea la forma en la que me folló ayer, tan bestial y salvaje, los chupetones en la piel de mis tetas demuestra la brusquedad que empleó, brusquedad que disfruté.

Lo dejo estar tratando de alejar el calor que comienza a recorrerme el cuerpo al pensar en cómo su verga entraba en mi llenándome por completo.

Me relamo los labios obligándome a dejar de pensar en eso.

No intento cubrirme. No me incomoda estar desnuda.

Para cuando logro verle nuevamente, una bandeja está posada en sus manos, el olor a comida me hace rugir las tripas con anhelo en cuestión de segundos.

La pone sobre la cama y lleva sus ojos a los míos. Su mano acaricia mi mejilla delicadamente haciéndome pasar saliva.

—¿Por qué lo mataste? —es lo único que logro balbucear.

Noto sus facciones contraerse.

—Te dije que solo yo puedo tocarte, besarte y follarte. Todo el que se atreva a solo rozar un palmo de tu piel tendrá ese final...

Aunque sus palabras son duras y crudas, siento un leve burbujeo en mi estómago.

«Estas peor que él Gabriella»

—Pero fui yo quién lo tocó —tercio.

Lo veo tensar la mandíbula.

—Tú tendrás tu castigo en su momento —espeta ahora sí de mal humor—. Ahora come.

Miro la comida con un gran apetito pero sigo pensando en eso.

—Acabas de matar a una persona —chillo.

—Es una advertencia para todo el que solo piense en que puede tocarte y vanagloriarse de ello...

—Pero en ese sitio otros me tocaron Jairus —contraataco.

Su elegida por limitar Lo Prohibido IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora