XXVI

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Londres
Gabriella
1706


La presencia de mi esposo acapara mi campo de visión cuando estoy solo envuelta en la toalla. Cada que le veo me siento mal, es como si mi sonrisa se apagara.

Cada que se acerca a mi me siento inservible, inútil y poca cosa.

Es mi cuerpo el que no hacer crecer a mis bebés. Yo misma soy la que los aborto. Han pasado días en que trato de no pensar en ello, en que me esfuerzo por sonreír de cualquier estupidez que diga Lenna o mi sobrina, porque cada que estoy sola o que Jairus se me acerca me siento deprimida.

Él necesita herederos. El próximo rey de Gales necesita hijos y yo, su mujer no puedo dárselos.

Mis ojos se empeñan al instante pero no permito el romperme de nuevo. Necesito dejar de cavilar eso.

—¿Podrías dejarnos a solas? —increpa él a Lenna.

Encaro una ceja debido a su tono seco. Su rostro está rígido y su cuerpo a la defensiva.

Mi amiga tras darme una mirada sale del aposento y enseguida noto a mi esposo relajarse.

—¿Qué sucede? —cuestiono con duda.

Camina mirándome hasta donde estoy. Lleva sus labios a mi frente y ahí me besa con dulzura. Ya lo dije, estar cerca de él me hace sentir más descompuesta tanto por dentro como por fuera.

Él se separa de mí para verme a los ojos.

—No sucede nada. Solo quería verte. ¿Cenaste? —me pregunta y elevo las comisuras.

—Sí, estuve esperándote...

—Estaba con Hadid reunido —afirma y me alejo de él para ir hasta el biombo y ponerme mi bata de dormir.

Quito la toalla que me cubre y dejo caer mi cabello suelto. Pero una sombra aparece tras mi espalda. Tomo la bata y antes de que pueda ponérmela, sus manos me abrazan la cintura.

Mi espalda la apoya en sus pectorales y mete la cabeza en mi cabello aspirando el olor de mi pelo.

Mis ojos se empañan nuevamente. Considero el hecho de que cuando me rodea contra él siento que puedo romperme libremente, por tanto bajo las defensas cuando sus brazos me refugian.

Pongo mis manos sobre las suyas.

—Te extrañé hoy —expreso abiertamente.

Aunque me hiere estar a su lado, porque solo pienso en lo incapaz que soy, necesito tenerlo a mi lado siempre.

Es casi necesario para mí cómo respirar.

Reparte besos por la zona de mi hombro izquierdo desnudo, besos castos que le hacen ver tierno.

—¿Por qué tienes una sola doncella? —me pregunta rompiendo toda la atmósfera romántica que hemos creado.

Me volteo poniendo mi camisón de dormir y le miro.

—Lenna es tan competente como dos doncellas —le digo y él solo me escucha.

Camino hasta la cama y Jairus sigue mis pasos, me siento sobre el colchón y él sigue de pie.

—Creo que sino hubiese a tiempo llegado, ella me hubiese herido más que mi rostro —digo tocando el arañazo que tengo en la mejilla debido a esquivar la navaja.

—Debo agradecerle demasiado por ese día —agrega Jairus pero sigue su tono sobrio.

—¿Qué es lo que quieres saber en realidad?

Su elegida por limitar Lo Prohibido IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora