XXII

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Gales
Jairus
1706

Su molestia está causándome estragos más grandes de lo que pensaba. Tenerla a mi lado sin poder tocarla es un puro calvario que quema dentro de mí. Noto que baja del carruaje sola y tomando una inhalación fuerte sigo sus pasos.

El sonido de la música se escucha potente, para nadie es un secreto que las fiestas del vizconde Thompson son demasiado pomposas.

Los ornamentos floreares llaman la atención de Gabriella, y a mí me la llama ella. No puedo dejar de mirarla, hoy luce demasiado hermosa para mis ganas sexosas.

Ese vestido se le ajusta completamente a la pequeña cintura que posee, sus pechos turgentes están sumamente elevados haciéndolos lucir demasiado apetitosos. Pero lo que más me hace hormiguear la verga son sus carnosos labios, se aplicó algo que los hace más vistosos y que no pueda apartar la mirada de ellos.

Mi mente se recrea en los momentos en que ellos tragaban mi miembro aún con lo angelical que luce.

Todo en ella es material combustible para encenderme.

—¿Entramos? —inquiere y su mirada cargada de luz me estruja el pecho.

Está nerviosa.

Sé que estamos aquí por un capricho, todo es porque no me he estado quieto en el palacete. ¿Pero como demonios quiere que esté quieto?

Ahora mismo debería estar apretando sus cabellos con mis puños y metiendosela profundamente.

—Jairus...

Gruño tratando de pensar en algo que me haga disminuir las ganas de pasar la luna de miel como en realidad quiero. No quiero hacerlo a la fuerza, me siento tentado a meterla dentro del carruaje hasta la propiedad y en el palacete amordazarla hasta llenarla de mí. Pero me abstengo.

—¡Ya basta! ¡Deja de mirarme así! —me acusa y la siento removerse en tanto caminamos por la entrada.

Es increíble lo mucho que me pone esta pequeña rubia que una vez partí.

—¿Así como pequeña? —murmuro en su oreja cuando hacemos el centro de la fiesta con nuestra presencia.

El portavoz deja caer su bastón y los que antes no nos habían visto llegar, ahora se voltean a vernos.

Está inquieta y veo su vello erizado en donde mi aliento le susurro eso antes.

Subo un tanto la mano casi sobre sus pulmones tratando de hacer que se relaje.

—Su alteza real el príncipe heredero Jairus V y su esposa la princesa Gabriella —nos anuncia y todos en la sala hacen una leve reverencia.

En tanto damos pasos introduciéndonos entre la muchedumbre. No la suelto en ningún momento, una sonrisa se abre en sus labios pero la conozco lo bastante bien como para palpar su nerviosismo bajo ella.

Muchos nos saludan y nos felicitan por nuestra unión, y me veo forzado a sonreír dando las gracias.

La mayoría son lame botas de la corona y no hay gente que me exaspere más en el mundo que ese tipo.

Su elegida por limitar Lo Prohibido IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora