XI

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Londres
1706
Gabriella

Estoy tiesa.

No puedo moverme.

Siento mis manos temblar, debido a la tensión.

Ella odia a mi hermana ahora, no he podido conversar con ella porque debido a la insistencia de Lenna, no he podido ir a verla y cantarle las cuarenta formas en que podría morir si sigue ofendiendo así a mi hermana.

El silencio se hace pesado sobre los tres y aún veo que no se mueve.

—¿Deseas algo más? —increpa Jairus esta vez sí, de malas maneras.

—¿Sabe dónde está lady Hendricks? No estaba junto a su madre...

—¿Acaso la ve aquí? —interroga con sorna.

Ella duda un momento.

—Disculpe majestad —hace una reverencia y se marcha.

Mis pulmones se llenan de aire de forma automática al vernos nuevamente solos, ni siquiera sabía que había aguantado la respiración.

Esperamos varios minutos en un tenso silencio.

—Me asomaré que no haya nadie para que salgas tú primero —dice sin girarse para mirarme.

Lo veo caminar hasta la entrada del pasillo y no sabía que tendría frío al él despegarse de mí. Se siente rara su distancia en mi cuerpo.

—Anda, no hay nadie —ordena y comienzo a dar pasos lentos.

Cuando llego a la claridad me fijo en su rostro, esta serio y percibo que evade mi mirada.

—Espérame en el palco —comenta y asiento para salir de aquí.

No debo seguir tentando a la suerte. Aún cuando él acepte desposarme, la sociedad no perdonaría un escándalo de esta calaña, atacarían y señalarían a mi familia tildándola de lo mismo que la acusaron cuando sucedió lo de mi hermana.

Si he llegado hasta aquí no es para ahogarme en las orilla.

Camino deprisa y subo las escaleras agradeciendo que nadie se percata de mi presencia, todos están centrados en la cantante sobre el escenario.

Llego a nuestro palco y tomo asiento al lado de madre. Ella se gira a mí mirándome de forma rígida.

—Tienes mucho que explicar cuando lleguemos a casa señorita —recrimina de forma seca.

Solo asiento dedicándome a mirar a De La Rose, es la cantante lírica que llena todo el teatro con su melódica voz.

Me mantengo en silencio por largos minutos hasta que las cortinas tras nosotras se abren. Madre se gira y se pone de pie al instante.

Yo hago lo mismo como si hubiese acabado de verle. Stella Hendricks hace una reverencia agraciada y le saluda con cordialidad. Él besa su dorso enguantado y luego pide mi mano.

—Nos volvemos a ver lady Hendricks —comenta hacia mí, madre achina sus ojos captando sus palabras.

—Disculpe mi imprudencia excelencia, ¿dónde estabais antes? —le pregunta mi progenitora.

Jairus le dedica la más cálida mirada sonriendo abiertamente.

—Justo tratando asuntos con lord Morris milady —comenta mintiendo.

Sin embargo, no me mira. Ni siquiera evade la mirada calculadora de mi madre, percibo su gran habilidad para mentir pues su sonrisa no se ha agrietado en ningún momento.

Su elegida por limitar Lo Prohibido IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora