Lonely

Tiempo de Calidad

Las palabras jamás fueron necesarias entre los dos, era como hablar telepáticamente con alguien que lo entendía a la perfección, sin hacer algún solo ruido.

Urano conocía mucho más a Neptuno que él a sí mismo. Incluso con anticipación, antes que él mismo.

Y eso lo admiraba mucho...

Siempre lo admiraba todo el tiempo, y a veces Urano se daba cuenta, pero era tan tímido que siempre se sonrojaba y Neptuno reía.

Los abrazos ya incluso se estaban volviendo frecuentes entre ambos, o normalmente era Neptuno quien disfrutaba de tener su cabeza recargada en el regazo de Urano.

Al principio, eran tímidos para expresar alguna muestra de afecto, pero solo bastó un empujoncito para ya no volver a separarse jamás.

Y así pasaban horas sin darse cuenta, o días también. El tiempo no alcanzaba o se pasaba demasiado rápido.

Cada día que venía Neptuno a la órbita de Urano, era especial. Disfrutaban cada momento como el último segundo de su existencia, anhelando poder  pasar mucho más tiempo juntos sin que el Sol se diera cuenta de la ausencia de uno de los dos.

Era peligroso a veces estar juntos. El Sol lanzaba llamaradas solares cuando notaba a Neptuno yendo hacia Urano, y al ser ambos gigantes helados, morirían en el proceso.

Pero... Hubo de un tiempo para otro un cambio en el Sol, y dejó de lanzarles llamaradas solares cada que se reunían entre los dos.

Ninguno supo el por qué de este cambio. Pero simplemente decidieron no hacer caso, y disfrutaron aún más sus largas jornadas de juegos.

Todo tiene un por qué, y yo se los diré.

Ambos gigantes gaseosos siempre observaban al par de gigantes helados, y se dieron cuenta de algo que ellos no. Por lo tanto, entre ambos hablaron con el Sol, y éste dejó de lado las reglas para dejar que Urano y Neptuno reconocieran aquel nuevo sentimiento en sus núcleos.

Tal vez, y todo resulta diferente esta vez. A veces hay que arriesgar para ganar...