"Yo también te amo..."

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Neptuno estaba alarmado, aquel poema que había escrito gracias a Tierra ya no estaba en sus manos. Buscaba desesperadamente el papel por todo su traje, pero no hallaba nada en ninguno de sus bolsillos. Pensó si pudo haberlo dejado en alguna otra parte, pero su memoria a corto plazo no ayudaba en nada.

Urano lo miraba preocupado, sin saber cómo consolarlo o calmarlo. No sabía que era lo que buscaba, o que cosa estaba planeando hacer aún después de todas las cosas que le había dado. Aunque, se puso a pensar un poco, haciendo algo de memoria.

Todas las cosas que habían estado haciendo juntos, eran cosas que él adoraba hacer después del dibujo. Los mimos, el pasar tiempo juntos, flores, chocolates, aquellas pequeñas notas. Acomodando todo, encajaba perfectamente. Lo que había estado queriendo hacer Neptuno por fin lo había comprendido, y no supo cómo reaccionar.

¿Era una declaración de su amor? Eso significaba que sus sentimientos eran correspondidos por aquel planeta azul que había alumbrado sus días más tristes, sus días más complejos y lo había acompañado en cada crisis que él mismo tenía.

Un sonrojo se asomó por su rostro ante tal revelación de su mente. Se creía un tonto por no haber captado sus indirectas antes, el no haber prestado atención a los mínimos detalles. Estaba nervioso, pero completamente aliviado y enternecido de que Neptuno se haya tomado aquel valioso tiempo para recolectar cada una de las cosas que le gustaban hacer para conquistarlo y luego declararse.

Su corazón latía fuertemente, se sentía como en un bello sueño del que jamás quisiese despertar. Aún si Neptuno parecía un loco desesperado ahora mismo, Urano lo amaba como a nadie más, pues él era la razón de todas sus alegrías.

Por un momento, reaccionó a cerca de su amado. Estaba desesperado tal vez porque su plan había sido un fracaso en su declaración, o eso pensó Urano, quien recordó aquel poema que habia escrito hace tiempo para Neptuno anteriormente para declararse él mismo. Lo sacó de su bolsa, ahí estaba, delicado y guardado muy bien. ¿Podría aprovechar esta situación para corresponder por fin sus sentimientos?

Dejó a un lado los regalos que Neptuno le había dado y tomó el poema en sus manos. Ya no había vuelta atrás, era un paso que faltaba para afirmar su relación de una vez por todas. Neptuno había gastado su tiempo en un lindo y tierno plan para conquistarlo, por lo que ahora, el debía dar ese valioso paso para declararse.

Caminó unos pasos hasta donde estaba Neptuno en una crisis por no saber que hacer ahora que había perdido su declaración. Lo tomó de lo hombros y lo abrazó gentilmente, para tratar de aliviar su agitado corazón.

"¿Urano...? P-perdón... Yo... Tal vez te estés preguntando cuál fue mi propósito de traerte aquí, p-pero yo..." Fue callado por un suave y casto beso de Urano, que lo dejó atónito.

El beso era lento, no había necesidad de ir con prisas, era un momento de un encuentro que ambos estaban anhelando desde hace décadas o incluso siglos. Era tierno, dulce y cuidadoso, era todo lo que podía describir Neptuno, como si Urano estuviera teniendo el más mínimo toque sobre su piel.

No dudó ningún momento en corresponder el beso, anteriormente ambos eran tímidos y nerviosos con este tema. Pero ahora sabían que no había nada de que temer, sus sentimientos eran correspondidos y no habría nadie que pudiera interponerse con su amor por el otro.

El tiempo se había detenido para ambos, solo existía el beso que compartían y el dulce y delicado toque que ambos tenían. Era tan mágico, que no parecía real.

Tras unos segundos, se separaron sin prisas aún. Estaban nerviosos, sudaban como no tenían idea y sus corazones latían fuertemente, casi en sincronía. Se miraron a los ojos, incapaces de pensar que se habían besado por primera vez siendo correspondidos y sin miedo de lo que pudiera ocurrir.

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